Sinopsis

Katherine se trasladará a Santiago, para pasar el verano en casa de sus tíos. Pero aquel lugar tan idílico no lo será tanto, enseguida su ángel protector entrará en acción, y le avisará continuamente que ese chico del que ella está enamorada, no es alguien de fiar.
¿Qué es lo que Jack esconderá?

martes, 17 de mayo de 2011

Capítulos 6 y 7

Capítulo. 6

Sentimientos Encontrados

La soledad la rodeaba. Infinita. Cómo prolongación de sus sentimientos. De repente, se sintió desolada, herida. Perdida en alguna parte de su alma que no recordaba o simplemente ignoraba.
-       ¿Dónde estoy? – se preguntó a sí misma.
<< Te encuentras en lo más profundo de tu ser – le contestó una voz que se asemejaba a la suya, pero con un tono más adulto. Y aunque no sabía muy bien porqué, a Katherine le parecía una voz cargada de sabiduría.
-       ¿Quién eres? – preguntó Katherine extrañada, puesto que no correspondía a su voz, ni a su caprichoso cerebro.
Silencio absoluto.
-       ¿Claudia…? – dejó caer, sabiendo que no era la respuesta correcta. - ¿Eres tú?
<< No, Katherine. – le contestó la misteriosa voz.
-       ¿Entonces, quién eres?
<< Soy tú.
-       ¿Eh…, yo? – pensó. – Espera un momento. Tú, no puedes ser yo.
<< Pues me temo que así es. Yo soy tú, Katherine. Soy tu yo interior.
-       Pero…
<< ¿Alguna vez te has preguntado el porqué de tus poderes?
-       Sí, pero siempre he pensado que era una condena por algo malo que debí hacer en el pasado.
La voz de su yo interior rió. Katherine no vio la gracia en lo que acababa de decir.
<< Tus poderes son hereditarios, Katherine. Se van traspasando por la familia…
-       Espera, corta. Nadie de mi familia tiene las habilidades que tengo yo.
<< ¿Eso crees?
-       Sí, mi hermano es normal, como mis padres.
<< ¿Alguna vez conociste a alguna abuela tuya?
-       Sí, a la abuela Nina.
<< Piensa en ella. ¿Cómo era? ¿Se comportaba contigo de forma distinta?
Ahora que lo pensaba… Era cierto.
Katherine siempre había visto a su abuela como a una persona muy sabia. No sabía cómo las personas mayores, si no como si tuviera un… AURA, ¡eso era! Siempre había visto a su abuela rodeada por una especie de aura azul, que al estar cerca le proporcionaba, no sabía por qué, un sentido de la protección, como si al estar cerca de ella no hubiera peligros en el mundo.
Unas imágenes le vinieron a la cabeza. Katherine recordaba que cuando era pequeña, y su abuela iba de visita a su casa los sábados de todas las semanas, y se sentaba en el sofá para disfrutar de un buen libro. Ella se sentaba a su lado, siempre acompañándola.
<< Tu abuela Nina era especial ¿verdad que sí? Pues tus poderes los habrás heredado de ella.
Nina había muerto por paro cardíaco cuando ella apenas tenía ocho años. Nina era su abuela por parte de madre, y Katherine volvió a recordar aquel día que vio a toda su familia el día del entierro.
-       ¿Y por qué no mis padres? – preguntó, borrando sus pensamientos, que no hicieron sino hacer que la oscuridad opaca que la rodeaba se hiciera más intensa.
<< Normalmente, los poderes se saltan una generación, tu madre de seguro no los tiene pues como ya has dicho tu abuela era “especial”.
-       ¿Y mi padre?
<< ¿Conociste a tu abuela por parte de padre?
-       No.
<< Entonces, no hay forma de saberlo a no ser qué hagas un ritual. Pero eso no es necesario. Ya te lo digo yo.
-       ¿Tú?
<< Sí, yo soy la cadena que ata tus poderes a tu cuerpo, es decir soy la parte más sensible y sabia de tu alma. Por lo tanto, estoy infinitamente más conectada al otro mundo que tú. De hecho, lo que tú crees ver por efecto de tus poderes, es en realidad lo que yo quiero mostrarte, porque si no, estarías todo el santo el día viendo pasajes de la vida de toda la gente que te rodea, y ya sé que eso no te resulta cómodo, ¿verdad?
-       Sí, pero dime, ¿cómo sabes que mi abuela por parte de padre no tenía poderes?
<< Porque si no, lo sabría. Mira, te lo voy a explicar. Yo soy la parte en herencia que te toca, es decir la que te trae los poderes. Yo he estado con tu abuela Nina, bueno, mejor dicho, una parte de mí ser, es de tu abuela. Estáis conectadas. Y es por eso, que sé que no es tu abuela por parte de padre de la que proceden tus dones.
-       Vale, muy bien, gracias por aclarármelo, pero… ¿puedes decirme qué tipo de ensoñación es esta?
<< Éste no es un sueño cualquiera, en realidad no se puede calificar como tal pues tu mente ha llegado a un punto tal de relajamiento que tu inconsciente, atado al alma han formado esta especie de mundo.
De pronto, Katherine escuchó como un pitillo le llegaba en forma de eco, del mundo “real”. Su mente comenzó a despertar, y por lo tanto, la especie de trance al que había estado sometida iba aclarándose y desapareciendo, difuminándose a grandes zancadas.
<< Adiós Katherine, hasta la próxima. – se despidió la voz de su alma.
El despertador odioso de su móvil sonaba cada vez con más intensidad. Se despertó y lo cogió de mala gana. Apretó fuertemente la pantalla táctil y dejó el teléfono sobre la almohada al apoyar las manos para levantarse. Sintió como las sábanas descendían por su cuerpo con delicadeza, mientras ella se enderezaba con parsimonia. Tenía que cambiar el sonido de la alarma, hacerle caso a su prima Laura y poner una canción en vez de un sonido. Caminó hasta la ventana, descorrió las cortinas y levantó la persiana, la luz del sol golpeó su rostro, obligándola a parpadear hasta acostumbrarse a la intensidad.
Se había olvidado completamente de la alarma, la había puesto la noche anterior para levantarse antes, aunque desde que dormía en aquella cama nunca se despertaba más tarde de las ocho y media de la mañana.
El motivo de aquel alboroto era ir expresamente a casa de Jack y Adam y darles sus condolencias. Y mostrar el dolor que sentían por la marcha de Lusom.


No tardaron mucho en arreglarse y montarse en el coche de Javier para ir a casa de los dos hermanos huérfanos.
Javier había puesto un muñequito de ojos grandes y cara graciosa colgando del espejo, cayendo justo en medio de los dos asientos delanteros. El movimiento era animado, aunque el aire que se respiraba era bastante serio.
Cuando llegaron, fue Jack quien les abrió.
Katherine que permanecía en aquel momento en un segundo plano, ya que esperaba que todos hicieran lo debido y así poder charlar con él más tiempo.
Y así fue.
Jack cerraba la puerta cuando Katherine se le aproximó para abrirle su corazón.
-       Lo siento mucho. Yo… no sé muy bien qué decir.
-       Gracias. No sabes cuánto te lo agradezco. Al menos, tú lo encontraste, aunque fuera por casualidad – ella se mostró asombrada ante eso, pues no creía que él supiera la historia. – Me llamó Jesús para decírmelo todo con detalles. Gracias. Al menos me queda el consuelo de saber que de haber sido al contrario se hubiera quedado en medio del bosque solo, y lo peor, con la angustia de saber si podría estar vivo en algún lado.
Katherine no sabía decir por qué lo hizo, pero en aquel momento que se formó después de que Jack dejara de hablar, y de no encontrar las palabras que buscaba, lo abrazó.
Al soltarse, no supo cómo preguntar una cosa que era muy íntima.
-       Esto… Jack…
-       ¿Sí, qué pasa?
-       No sé cómo decírtelo, es que… ¿puedo usar el cuarto de baño?
Jack se echó a reír.
-       Arriba, subes las escaleras, a mano derecha, al fondo del pasillo.
-       Gracias.
Katherine corrió hasta alcanzar el cuarto de baño. No creía poder aguantar más. Con los nervios, y el extraño sueño que había tenido aquella noche repitiéndose un y otra vez en su cabeza constantemente, se le había olvidado hacer sus necesidades antes de salir de casa.
Fue entonces, cuando abrió la puerta que se quedó en blanco.
Adam estaba en el baño, acababa de salir de la ducha, y estaba completamente desnudo a excepción de una toalla pequeña que se había puesto alrededor de la cintura.
-       Pe-perdón – fue lo único que supo decir ante el corte tremendo del momento.
Adam sonrió, parecía complacido. Y se pasó la mano por el cabello, unas gotas de agua resbalaron por su torso desnudo.
Katherine salió del cuarto inmediatamente, cerrando la puerta. Las ganas de orinar habían desaparecido.
Al poco tiempo Adam salió. Aún con la toalla tapando su cintura, seco, pero desnudo.
Entonces, Katherine escuchó unos pasos subiendo por las escaleras al segundo piso.
Jack.
Ninguno dijo nada.
-       Adam, no sé si lo sabes, pero tenemos visita, así que por favor, tápate.
-       Cómo tú digas hermanito – aquella última palabra la dijo con una entonación especial.
Katherine no medió palabra.


El momento vivido instantes antes aún provocaba que se sonrojase, Katherine se miraba en el gigantesco espejo que reflejaba su cuerpo desde la cintura hasta su precioso cabello rojizo.
Había cerrado la puerta, después de que Jack le dijera que le esperaban abajo, y de saber que Adam estaba en su habitación, fuera de su vista.
-       ¿Pensando en cómo darle otro beso? – preguntó Claudia, que se materializaba a su lado.
Katherine gritó del susto.
-       ¡Oh, dios mío! ¿Qué quieres, matarme? – intercambiaron miradas a través del espejo. - ¿A qué viene eso del beso?
-       Katherine, soy tu ángel guardián, piensa por favor. ¿Por qué crees que me enviaron para ayudarte ahora?
-       No lo sé, porque no necesito ayuda de nadie, y no te ofendas, agradezco tu presencia, pero no cuando dices esas cosas de Jack.
-       Me han enviado para protegerte precisamente de Jack. Para que no cometas el error de besarle y esas cosas.
-       Pues llegas tarde, porque ya nos hemos dado un beso, ¡y fue increíble! ¿y sabes? Tengo intenciones de volver a darle un beso. Ahora no, porque está destrozado por lo de Lusom y…
-       Ves, ése es uno de los temas. ¿Por qué no le preguntas sobre su padre? Katherine, todo lo que conoces sobre Jack es mentira, y de Adam, y del difunto Lusom…
-       ¿Y tú qué sabes?
-       Soy un ángel, tú ángel guardián, por lo que tengo todo el derecho de vigilar a las personas que se te acercan, y hazme caso, Jack y Adam no son quienes crees.
-       ¿Ah, sí? ¿Y quiénes son, según tú? ¡Espera no me lo digas! Son… unos malvados científicos que secuestran chicas de mi edad, y tienen planes de quitarme mis órganos para traficar con ellos, ¡ah, y claro! Lusom era el cabecilla de toda la operación, pero un día, una mafia, a la que les hacen competencia en el mercado, decide matarlo…
-       Tienes mucha imaginación – concluyó Claudia. – Pero no, no es eso.
-       ¡Pues dímelo!
-       No puedo, soy un ángel, no una chivata.
-       Pero no te cortas un pelo al decirme que Jack no es quien creo que es. Ya que no puedes decir nada, ¡cállate!
-       Muy bien, como quieras, pero un día de estos llegará el momento en el que sabrás la verdad sobre él, y los que le rodean, y entonces me dirás que tenía razón.
-       Pues genial, ese día te llamaré y lloraré contigo. Ahora, voy a apoyar a Jack en estos momentos tan difíciles. Le voy a decir que hoy me ocupo yo de abrir la tienda. De todas formas tenía pensado ir a trabajar, así que no es ninguna molestia. Por cierto, Claudia, ¿te puedo preguntar una cosa?
-       Adelante.
-       ¿En el más allá vuestra imagen no cambia?
-       ¿Te refieres a mi aspecto? En realidad, tú me ves cómo me recuerdas, de hecho yo ahora también tengo otro aspecto, pues no estoy muerta del todo, mi cuerpo sí, pero mi espíritu fue elegido para ayudar a la gente.
-       ¿Y no puedo verte cómo eres en realidad?
-       Claro, sólo tienes que concentrarte mucho, y dejar la mente en blanco, del resto ya me encargo yo. ¿Preparada?
-       Bueno, sí. – Katherine cerró los ojos, dándole la espalda al espejo.
Claudia posó sus manos alrededor de la cabeza de su amiga. A continuación, Katherine comenzó a sentir una especie de vibración en la cabeza, que le proporcionaba una sensación agradable.
-       Ya está – dijo Claudia, unos segundos después.
Cuando Katherine volvió a abrir los ojos, vio cómo su amiga de la juventud, había pegado un estirón considerable, de hecho era un par de centímetros más alta que ella. Su cabello había crecido un poco, y había adquirido una tonalidad más castaña, de hecho, rozaba el rubio. Claudia era guapísima.
-       Me encantaría darte un abrazo ahora – le dijo Katherine.
Ella sonrió, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
Entonces, la puerta sonó.
-       ¿Katherine estás bien, te ha pasado algo? – era Jack, preocupado, llevaba mucho tiempo allí metida.
-       Ahora salgo. – contestó ella.

***

Laura había salido al porche de la casa. Quería respirar aire fresco. Dentro el ambiente era negativo, como de funeral, cosa que ella odiaba. El sol se ocultaba tras las nubes blanquecinas, y el fuerte viento agitaba los cabellos de Laura.
A ella le encantaba sentir el frío en su rostro. Le hacía sentirse viva, y aunque no sabía muy bien porqué su cuerpo se lo estaba pidiendo a gritos últimamente.
Suspiró.
-       Hola, monada. – le dijo Adam. Que se había sentado a su lado.
Ella intentó levantarse para alejarse de él. Le despertaba una sensación de pánico y miedo cada vez que lo veía.
Pero Adam la agarró del brazo, obligándola a quedarse. Y después, como si fuera algo normal para él, le puso la mano en la barbilla, haciendo que la mirara.
Sus pupilas se expandieron, cubriendo por completo sus ojos, pintándolos de color negro oscuro.
-       Hoy vas a serme de utilidad, parece ser que tu cuerpo es capaz de prevenir el peligro que mi presencia le transmite, eres fuerte. Pero no lo suficiente como para evitarme. Bien, escucha atentamente. Sé que hoy una de tus amigas hace una fiesta, y que tienes planes de ir. Pues vas invitar a Katherine y a Jack a la fiesta. Me da igual si ahora o a la tarde, pero hazlo. Cuando estéis allí, quiero que hagas una cosita por mí…
Adam siguió hablando, tenía un plan en mente. Laura escuchó como si le fuera la vida en ello.

***

Katherine se acercó a donde Jack, ya debían irse a casa. Habían cometido su responsabilidad. Ahora tendrían que marcharse.
-       Quería decirte, si me pudieras dar las llaves de la tienda para abrirla esta tarde. – le dijo ella.
-       ¿La tienda? – preguntó él, sorprendido.
-       Sí, quería ayudarte en estos momentos, y como no se me ocurre nada más… - en realidad sí que se le ocurría, podían pasarse todo el día, acurrucados el uno junto al otro, mientras veían un maratón de películas románticas, y disfrutaban de un buen bol de palomitas y unos refrescos.
-       No, no tienes por qué…
-       Pero quiero hacerlo ¿me das las llaves? Porque si no, tendré que colarme en la tienda.
Jack esbozó una sonrisa que le arrebató el corazón.
-       De acuerdo, pero si me prometes que no te cansarás, y que si tienes algún problema me llamarás.
-       Bien. – asintió.


Después de comer, y de conseguir que Javier la llevara hasta la ciudad. Katherine se encargó de abrir la tienda. Por el camino, su tío le había contado que en un par de días tendría que irse a vivir a la ciudad, pues había encontrado un trabajo fantástico, en el que le pagaban muy bien, pero el único inconveniente era que estaba muy lejos. Ella lo apoyó en su decisión.
Nada más abrir la tienda, y situarse tras el mostrador, Katherine comenzó a recibir clientela, muchas personas que no conocía. Y recordó que aún tenía que conocer más a fondo el pueblo. La idea de volver a su casa, después de que se acabase el verano, y de no haber disfrutado al cien por cien de las vacaciones no era una opción. Ni loca.
La señora Bon, apareció, para pedirle un par de barras de pan. Al parecer, los nietos de una amiga suya iban a pasar la tarde en su casa, y como tendría que prepararles la merienda, tenía que hacer unas compras.
Hacia las seis de la tarde, Katherine recibió una visita que no esperaba.
Jack.
-       ¿Qué haces aquí? – le preguntó ella.
-       Quería ver cómo te iba todo.
-       Ya pero si tú vienes, el que yo esté aquí… me callo.
Jack rió.
-       ¿Cómo te ha ido todo? – quiso saber.
-       Genial. Muy bien. Aunque tengo que mejorar.
-       Katherine, quería decirte una cosa… - Jack se le aproximó, tal vez demasiado, lo suficiente como para estar violando la ley del espacio personal. Que era como lo llamaba ella. Una alarma sonó en su cabeza, y su cerebro empezó a repetir una y otra vez la misma palabra.
BESO, BESO, BESO…
Estaban a unos centímetros. Se acercaba, llegó a sentir su aliento en la oreja, lo que provocó que una corriente eléctrica recorriera parte de su cabeza poniéndole los pelos de punta.
Justo entonces, en el que Katherine decía su nombre, medio embobada por la atracción que sentía hacia él, y perdida en su mirada color avellana, Laura apareció por la puerta, estropeando aquel momento tan íntimo. A Katherine le entraron ganas de asesinar a su prima. Se imaginó a sí misma, estirando de los pelos a Laura, arrastrándola por el suelo, y tirándola en una chimenea, claro que en su cabeza, todo parecía mucho más cómico, y menos sicópata.
-       ¡Agg! ¡Dios, la odio! – gritó Laura, nada más entrar en la tienda.
-       ¿Qué sucede? – le preguntó Katherine, reprimiendo sus sentimientos.
-       Mi madre, que es una pesada, no ha parado de darme la lata hasta que le he dicho que sí, que si tiene que preparar no sé qué, y que necesita no cuál, y que ella no puede ir a la tienda, que si puedo ir yo…
-       ¿Y qué quieres? – intervino Jack.
-       No sé, me ha dado una nota, acompañada de un comentario suyo; Dáselo a tu prima que seguro entiende lo que quiero. ¡Cómo si yo no supiera leer!
En menos de un minuto Jack ya le había puesto todas las cosas en una bolsa.
-       Gracias, ah, por cierto, quería deciros una cosa. Una amiga mía prepara una fiesta esta noche, y me dijo que podía invitar a gente conocida, y como sé que tú quieres conocer el pueblo – se dirigía a Katherine – pues he pensado que igual os animáis.
-       Sí, claro – asintió Jack, Katherine lo miró. – Iba a decirle a Katherine que podíamos hacer algo, pero ya que ha surgido lo de la fiesta… ¿Qué opinas? – le preguntó a ella.
-       Yo, emm… ah… Vale.
-       Bien, bien, iremos todos en el coche de mi chico. Estaos en mi casa a las once en punto. La fiesta es en la ciudad. – sentenció Laura.
-       Esto promete – dijo Katherine por lo bajini, en tono irónico.

Capítulo. 7

Enterrando el Pasado

La noche había llegado. Adam disfrutaba de una botella de ron, mientras veía una vieja serie que estaban reponiendo en la televisión. Desde la muerte de Lusom se había tenido que encargar de algunos trabajitos, como borrar cualquier recuerdo, detalle, o indicio que hiciera creer a las personas que investigaban el caso que su muerte había sido producida por un vampiro.
Por suerte, el cuerpo de un vampiro muerto se convierte en ceniza a una velocidad sorprendente, al contrario que el de los humanos, lo último que desaparece es la sangre.
Adam no podía dejar de darle vueltas al asunto en su cabeza. Lusom le sacaba como unos cien años de edad, lo que evidenciaba que su asesino le doblaba la edad. Por lo tanto, de verse enfrentado con él en un futuro próximo, ya estaría sentenciado.
-       No sabía que te gustaran las series en blanco y negro – comentó Roxán, que acababa de aparecer a su lado.
-       Sí, me gustan, lo que no es de mi agrado es que entren a mi salón sin pedir permiso. – dijo, con voz fría.
-       Tranquilo nene, que no es para tanto. ¿Dónde está Jack?
-       En el garaje, hemos decidido guardar la sangre en el frigorífico.
-       Buena elección. Venía para saber si habéis encontrado el Libro de los Secretos.
-       No. Tampoco hemos tenido mucho tiempo, por si no lo sabes, han matado a Lusom, y la gente del pueblo nos han estado dando el coñazo durante todo el día…
-       ¡Eh, tranquilito, chaval! ¡A mí no me hables en ese tono, que te clavo una estaca en el corazón! – Roxán había sacado los colmillos, amenazante, el hecho de que subestimara así los sentimientos que tenía por Lusom le había herido profundamente.
Adam tragó saliva.
-       ¿Qué sucede aquí? – Jack acababa de entrar por la puerta.
-       El que faltaba – comentó Adam.
-       Adam ya me ha dicho que no habéis podido encontrar el Libro de los Secretos.
-       Ajá. Lo hemos intentado, pero nada. Sea donde sea que Lusom guardó el libro…
-       Yo sé cómo encontrarlo. El libro de los Secretos responde a la sangre.
-       ¿A la sangre? – dijo Jack, extrañado.
-       Sí, un vampiro puede saber dónde está si se concentra y usa su propia sangre con la ayuda de un conjuro.
-       ¿Un conjuro? Siento desilusionarte, pero ninguno de nosotros es brujo – comentó Adam.
-       Ya lo sé, pero en mi larga vida he podido aprender algunas cosas, me he codeado con todo tipo de seres paranormales, y tuve una amiga que era bruja, la pobre ya ha muerto.
-       Yo lo siento, pero he de irme. Me esperan en casa de Katherine.
-       Eso, vete Romeo, que tu Julieta estará harta de esperar.
Jack desapareció de la estancia a la velocidad del rayo.
-       ¿Empezamos? – preguntó Roxán.
-       Adelante – le dijo Adam, escéptico.

***

Katherine intentaba prestarse atención en el espejo, viendo como le sentaba aquel precioso vestido que le había dejado su prima. Ya era la segunda vez. Sin embargo, tenía que soportar la mirada de Claudia. Que aparecía cuando le venía en gana.
-       ¿Qué? ¡Dilo de una vez! – gritó Katherine.
-       No salgas con Jack.
-       Claudia, por favor no sigas…
-       Seguiré hasta que me hagas caso. Y entres en razón.
-       Perdona, pero… estoy segura de que Jack no malo.
-       No se trata de que sea malo, si no de su naturaleza.
-       ¡Venga ya! No sé a qué te refieres con eso de su naturaleza, pero Claudia ¿no crees que quien menos puede hablar de eso soy yo? ¡Mírame, soy un bicho raro!
-       No estoy de acuerdo. No eres ningún bicho raro, simplemente eres especial. Y eso no tiene nada que ver con Jack. Que tú no seas completamente “normal” no significa que no puedas juzgar a los demás.
-       Pues lo siento. Pero voy a salir con él, ¿y sabes? Me lo voy a pasar lo mejor que pueda.
-       De acuerdo, sólo voy a decirte que cometes un grave error.
-       Vale, que sí, que ya lo he captado, soy el anticristo. Pero hoy – procuró enfatizar aquella última palabra, - saldré con Jack y no habrá nadie que me lo impida…
-       ¡Katherine! ¿Estás ya preparada? Jean ya ha llegado.
-       ¡Ahora bajo! – gritó ella.
-       Katherine, por favor… no vayas, en serio, corres peligro…
Ella no la escuchó, le cerró la puerta en sus narices, y bajó por las escaleras hasta la entrada.
Jean, era el nuevo novio de Laura, bueno, en realidad era un amigo de toda la vida que al parecer había estado colado por ella desde siempre.
En el momento en que Katherine alcanzaba el porche de la casa, el autobús dejaba a Jack a unos metros de distancia. Unos segundos después lo vieron llegar, y se montaron en el coche descapotable de Jean.
-       El leopardo éste es de mi padre. Me lo ha dejado porque ya no lo usa – comentó Jean, mientras salía torpemente del aparcamiento.
-       Estás muy guapa – le susurró Jack a Katherine en la oreja.
Ella no pudo evitar esbozar una sonrisa.
-       Gracias.
Ellos iban en la parte de atrás, y Laura sentada al lado del conductor. Jean era un chico muy alto, le sacaba una cabeza a Jack, era delgado pero fuerte, se podría decir que fibroso y bastante guapo. Lucía un pelo largo y cuidado.
Salieron del pueblo, para adentrarse en el bosque.
-       ¿Dónde es exactamente la fiesta de tu amiga? – le preguntó Katherine a Laura.
-       En su casa.
-       ¿Pero dónde?
-       En su casa, situada a las afueras de la ciudad, a unos kilómetros del pueblo. Está en medio del bosque. ¿Por?
-       Nada. Curiosidad.
En un cuarto de hora aproximadamente lograron llegar. La casa tenía cuatro pisos, estaba rodeada por una gran parcela, poblada de infinidad de árboles y arbustos, y un precioso jardín con fuentes formadas por ángeles de piedra que lanzaban agua por las puntas de los dedos. Un camino situado a la entrada los conducía hasta la casa.
Al entrar en la casa, la cual estaba llena de gente que bailaba al son de la música que salía a borbotones por los altavoces, Laura presentó a su amiga (la que organizaba la fiesta) a sus acompañantes. Jean ya lo conocía, y a la casa también, por lo que no tardó en juntarse con unos amigos e ir a beber algo.
Tras las presentaciones debidas, Katherine y Jack se apartaron.
Fueron a por unas bebidas a la barra de la cocina, y se perdieron en medio de la multitud que saltaba y bailaba en el gran salón.
-       ¿Me acompañarías en esta canción? – le preguntó Jack.
Katherine se sonrojó.
-       No bailo bien.
-       Da igual. – le tendió una mano, y tras un par de segundos ella la estrechó.
Jack tampoco es que supiera bailar de maravilla, pero se lo pasaron genial dando vueltas, y marcándose unos pasos improvisados.
Tras unas canciones, Katherine se detuvo.
-       Tengo que ir al cuarto de baño a retocarme. Ahora vuelvo.
Él asintió y la siguió con la mirada.
Laura no le había quitado la vista de encima a su prima desde que habían entrado por la puerta de la casa. Subió por las escaleras hasta el tercer piso, siguiéndola.

***

Roxán le había ido pidiendo algunas cosas a Adam para poder hacer el conjuro. Para ello, hacía falta a parte de la sangre de un vampiro, el polvo de una piedra, hierbabuena y un poco de agua. Después debían mezclarlo todo en un bol de madera, y volcarlo sobre alguna superficie no resbaladiza. Y esperar.
Adam no había borrado la cara de escepticismo desde que empezó a buscar los ingredientes.
Sin embargo, funcionó.
Roxán dejó la mezcla sobre el suelo, y dijo unas palabras, rodeada de un montón de velas blancas. Según su sermón fue avanzando, las llamas de las velas fueron aumentando en tamaño. Y de repente, cuando cesó, las velas se apagaron. Un aura mágica los envolvió por unos segundos, y entonces, místicamente, el líquido de la mezcla que reposaba en aquel momento sobre el suelo, empezó a deslizarse hacia un lado, señalando en una dirección.
-       Ya está – dijo Roxán. – el Libro de los Secretos está tras esa pared.
-       ¡Venga ya!
-       ¿No te lo crees? – dijo Roxán, se aproximó a la pared, y la atravesó de un puñetazo. – Aquí lo tienes – le dijo, mostrándole un viejo libro cubierto de cuero negro.

***

Desde el cuarto de baño la música se escuchaba con mucha menos intensidad.
-       Hola, Laura. – le saludó Katherine, al verla entrar al cuarto de baño. Que era gigantesco.
Ella no le contestó.
-       ¿Qué sucede? – le preguntó, al ver el rostro de su prima.
Laura se le aproximó más y más, con una mano situada detrás de la espalda. Y cuando la tuvo a unos pocos centímetros de distancia, vio cómo su Laura empuñaba un cuchillo, muy afilado.
-       ¿Estás de broma, no? – dijo Katherine, que empezaba a asustarse. Las pupilas de su prima se habían vuelto de un color muy oscuro.
Y antes de que pudiera reaccionar, Laura se le lanzó encima, rozándole con el filo del cuchillo en las costillas. Katherine sintió un dolor inmenso, y gritó, aunque estaba claro que con el nivel de la música nadie la iba a escuchar. Supo entonces, cuando cayó al suelo, notando la sangre manchando su vestido de noche color negro, que su prima había fallado, quería herirla de gravedad… matarla.
De pronto la puerta del baño de chicas se abrió, Jack había entrado, con rostro preocupado, ¿cómo había sabido…?
En menos de un segundo, Jack analizó la situación y se deslizó hasta Laura rápidamente, y sin poder controlar sus fuerzas, la tiró al suelo fuertemente, el cuchillo salió despedido contra una pared, provocando un ruido metálico al chocar con los azulejos.
Entonces, todo quedó en silencio. Katherine vio cómo la cara de Jack había cambiado. Sus pupilas eran rojas, todas sus venas quedaban resaltadas bajo su piel. Incluso las que rodeaban a los ojos. Parecía un demonio. Los colmillos afilados asomaban bajo su labio superior.
Jack lo olió enseguida, sangre, miró a Katherine, que inmediatamente se arrastró por el suelo, temerosa de lo que podía hacerle.
Aún y todo se acercó más, aquel gesto le había dolido, que renegara de él, entonces, recobró la cordura aunque el olor de su sangre se lo pudiera realmente difícil. Sus ojos volvieron casi por completo a la normalidad, retiró los colmillos, y se enderezó.
-       Katherine, yo… - quiso ayudarla a que se levantara.
-       ¡No te me acerques! – y apoyándose en el lavabo consiguió ponerse en pie, aunque las piernas y el cuerpo entero le temblaban de miedo.
-       Yo puedo sanarte la herida. Katherine por favor…
-       ¡No! ¡No me toques! – se acercó a Laura que estaba inconsciente, al parecer se había golpeado la cabeza con el suelo al caer.
-       Yo… lo siento, solo quería salvarte. Déjame que te ayude. – Jack cogió a Laura en brazos. – Os llevaré de vuelta a casa.
Katherine no sabía qué hacer. ¿Era eso a lo que se refería Claudia? ¿Y qué se suponía que era él?
Salieron de la fiesta, y Jack le “pidió” a Jean su coche, le prometió que se lo devolvería después.
Sacaron a Laura sin que nadie se diera cuenta. Y caminaron hasta el coche.
-       Está bien. – le aseguró Jack a Katherine, que notaba como estaba preocupada por su prima.
-       ¿Cómo lo sabes?
-       Por sus latidos. Son normales, de hecho se despertará en cualquier momento.
-       ¿Se puede saber qué eres? – preguntó Katherine.
-       Soy… un vampiro.
-       ¿Un vampiro?
-       Sí.
-       ¿Y qué edad tienes?
-       Noventa años.
-       ¿Me estás tomando el pelo?
-       No, te lo juro.
El frío de la noche calmó un poco los sentimientos que invadían en aquel momento a ambos.
-       Puedo curarte la herida. – se ofreció él.
-       ¿Cómo? Si no tenemos un botiquín de emergencias aquí.
-       Con mi sangre. Si bebes de ella, tu cuerpo se hará más fuerte, y en muy poco tiempo tu herida dejará de sangrar.
Jack le había dado un pañuelo con anterioridad para que presionara sobre la herida.
-       No, gracias, paso de beber sangre. Prefiero que se cure sola.
Cuando llegaron a casa, Laura ya había recuperado parcialmente el sentido. Aunque no recordaba nada. Jack le avisó:
-       Ha sido poseída por algo, o eso creo, lo más seguro es que no se acuerde de nada.
Katherine salió del auto y agarró a Laura de la cintura. Él la ayudó.
-       Puedes decirle a Ulalia que se ha emborrachado, y que por eso está así, ¿seguro que no quieres que te cure la herida?
-       No. Y gracias. – le dijo Katherine, él sonrió tímidamente, notaba que se lo había dicho de corazón.

***

Uno de sus momentos predilectos a lo largo del día, era bajar a la bodega y hacerse con una buena cantidad se sangre fresca. Y ardió de furor al descubrir que no quedaba ni una gota. Sus ojos brillaron en la oscuridad, mientras una oleada de palabrotas se agolpaban en su garganta.
Adam quería saber qué había pasado con la sangre, se suponía que debía quedar suficiente como para unos días más, y él no recordaba haberse pasado con la dosis diaria. Descontrolado corrió a velocidad sobrehumana hasta la habitación de Jack.
-       ¿Has sido tú? – quiso saber, aunque lo que le apeteciera era darle una buena paliza.
-       ¿Yo, de qué hablas?
-       ¡Ha desaparecido toda la sangre!
-       ¿Cómo? – dijo Jack, atónito. – No puede ser. Se supone que no debíamos quedarnos sin dosis hasta pasado mañana.
-       Eso digo yo. ¿Has tomado más de la cuenta? Porque como sea así, te mato.
-       No, Adam. Yo no he sido.
Un rato después bajaron a la bodega, y Jack lo confirmó, Adam no mentía, no quedaba ni gota de la sangre que les había cedido El Chispas a cambio de un vampiro que Adam había atrapado.
-       Alguien nos ha robado. Pero no lo entiendo. Un vampiro no ha podido ser, porque necesitaría el permiso de alguno de nosotros para poder entrar.
-       Ayer entraron un montón de personas para darnos el pésame. ¿Podría haber sido alguna de ellas? – preguntó Adam.
-       No lo creo… - espera un momento, Jack lo pensó más a fondo. No estuvo pendiente de nadie, había acompañado durante un buen rato a Katherine, y su familia. Podía ser.
-       Apesta a humano ¡seguro que ha sido uno de ellos!
-       Espérate. No puede ser tan sencillo. Nadie en el pueblo sabe lo que somos, además ¿quién puede saber que guardamos la sangre en la bodega? Si ha sido un humano, seguro que estaba coaccionado. Como Laura ayer… - Jack creía haber atado cavos.
-       No yo fui quien poseyó a Laura.
-       ¿¡Cómo!? ¿Entonces tú fuiste el qué le lavó la cabeza para que atacara a Katherine?
-       ¿Cómo? ¡No! Yo le dije que tuviese cuidado. Desde hace unos días siento que alguien nos vigila. Y le dije que si veía a Katherine en peligro, la protegiese con su propia vida, le pedí que os invitara a ti y a ella, porque pensé que si alguien nos vigilaba caería en la trampa de hacer algo, pensé que tú también la protegerías. ¿Cómo es qué Laura la atacó?
-       Sí, se debió de volver loca, cogió un cuchillo y la atacó.
-       Ya está, es lo que necesitábamos. Está claro que hay un vampiro o varios que nos siguen, alguien debió de lavarle el cerebro a Laura, pero si es lo suficientemente fuerte como para suprimir mi control mental… ¿El Creador?
-       No, de ser así Roxán nos habría avisado, recuerda que tiene muchos espías en los alrededores.
-       Sí, y también sé que Lusom está muerto y criando malvas. Mira Jack, está claro que alguien nos persigue y que es mucho más fuerte que nosotros.
-       ¿Pero cómo se supone que nos van a hacer daño quitándonos un poco de sangre cuando podemos conseguir más en un par de horas?
-       ¿Cuánto llevas sin tomar una sola gota de sangre?
-       Dos días…
-       Es posible que te ases bajo el sol solo con llevar cuarenta y ocho horas sin beber.
Inmediatamente, Jack subió por las escaleras y abrió la puerta principal que estaba al fondo del pasillo desde donde se encontraba. La luz del sol no le dañó mucho, simplemente los ojos se le irritaron, pero era cierto lo que Adam le había dicho. Hoy se celebraba el funeral de Lusom, iban a tener que pasar mucho tiempo sin poder tomar sangre, podrían quemarse bajo el sol. ¿Qué debían hacer? ¡Llamar a Roxán! Pensó él.
-       ¿Tú podrías conseguirnos una chica para hoy?
-       No, lo siento. No abrimos hasta las dos del mediodía, ya sé que suena estúpido, pero las chicas necesitan doce horas de reposo bebiendo sangre de vampiro, si no morirían. Y Jack, para que os pueda enviar una, aún quedan unas horas, lo siento.
-       No pasa nada, gracias. ¿Vendrás al funeral de Lusom?
-       Sí claro, ¿es a la una, verdad?
-       Ajá. – Tras acabar la conversación y colgar la llamada, Jack le informó a Adam de todo, pero él ya había escuchado la conversación con su súper oído desarrollado.
Estaba claro, alguien estaba jugando con ellos, cómo si se trataran de muñequitos de plásticos. Primero, la muerte de Lusom, después los secuestran… espera, ¿podrían ser esos que les hablaron del Libro de los Secretos? No, y más después de la intervención de Roxán. El Creador… sí, parecía su forma de actuar con quienes no acataban sus órdenes, jugar con ellos, hasta que se volvieran locos, y suplicaran que los matasen. Pero Jack no lo creía. Y Adam, aunque lo dudaba un poco más, tampoco creía que se tratara de él. Pues, El Creador, no mataba a sus – como él los llamaba- hijos. Simplemente los usaba, y jugaba con ellos. Como si fuera un dios.
Fuera quien fuera los había puesto en un aprieto. Debían conseguir sangre fresca a la de ya.
Adam se pasó la mano por su cabellera, a la par que emitía un profundo suspiro de aceptación.
-       Bien, tendré que ir a donde El Chispas. – confirmó.
-       ¿Y cómo conseguirás que te dé sangre sin un intercambio?
-       Pues tendré que buscarlo, sé de un lugar al que acuden un montón de vampiros jóvenes que se creen los reyes del lugar e inmortales. Sólo tengo que ir allí y atrapar a uno. Pan comido.
-       Pero es de día.
-       No importa, los haré salir de sus escondites… - dijo con voz juguetona.
-       ¿Qué…? – Jack no pudo ni si quiera preguntarle.
-       No te preocupes Jack, sólo necesito a uno, no la voy a liar. – cogió unas gafas de cristal negro y se las puso de forma sensual. Contempló su reflejo en el espejo – estoy listo. – A continuación se palpó el bolsillo del pantalón. Y asintió para sí mismo.
Jack no supo lo que pretendía, pero debía abrir la tienda aquella mañana al menos, no podía dejar de trabajar, aquella casa no se pagaba sola. Y aunque sonara raro, a él, un vampiro, no le gustaba usar el control hipnótico con los seres humanos. Prefería ganarse las cosas por sí mismo.


Entre la cazadora de cuero negro, y las gafas, la mayor parte de su piel quedó protegida de los asesinos rayos del sol. Aun así, las manos ya presentaban un color rojizo próximo a la quemadura. Debía conseguir pronto un poco de sangre, si no, ya podía darse por muerto. Aparcó el coche fácilmente, por la experiencia que ya tenía. Caminó por la acera, con paso elegante aunque firme y decidido. El cabello que caía disimuladamente sobre su frente se movía a causa del viento. Adam cruzó por delante de infinidad de tiendas de todos los tipos hasta alcanzar un callejón que le llevó a otro, y éste hasta una parte alejada de los transeúntes.
Frente a él se alzaba un viejo bar que parecía abandonado. Aunque Adam sabía perfectamente que en él habitaban un grupo de vampiros. Fue entonces, cuando sacó de su bolsillo el mechero, y un líquido al que tenía mucho aprecio. Se trataba de una sustancia muy concentrada, y muy inflamable. Lanzó el mechero que era una especie de bomba en miniatura, con toda la fuerza que pudo, y esperó.
Antes de que contara tres, las llamas trepaban las vigas de madera, y extendiéndose por el suelo como serpiente hambrientas.
Dos vampiros salieron despavoridos del establecimiento, aterrados, y antes de que pudieran ver a quién tenían delante de sus narices, Adam les clavó una estaca a cada uno en el corazón, no tan profundo como para matarlos, si no lo suficiente para que se quedaran quietos.
Después, fue pan comido usar su súper velocidad para alcanzar su coche antes de que ningún ojo humano lo viera cargando con dos cuerpos a su espalda. Arrancó el auto, y se dirigió al puerto.


-       Aquí tienes la sangre, guárdala – le ordenó Adam a Jack, tirándole dos maletines llenos de sangre guardada en bolsas de plástico.
-       ¿Dos? – preguntó Jack, al contarlos. - ¿Cómo…?
-       ¿Los he conseguido? – le interrumpió él. – Pues entregándole dos vampiros al Chispas, así de sencillo.
-       Pero, con uno…
-       Mira, no estoy para sermones, he conseguido la sangre, que era lo esencial en estos momentos. Si te molesta el método que he usado para lograrlo, no pruebes bocado y ya está. Eso sí, no te arrepientas cuando tu cuerpo se arrugue como una pasa, o se queme bajo el sol. Ahora, guarda la sangre.
-       ¿Tú no vas a tomar algo?
-       Yo ya me he servido. – asintió Adam dibujando una sonrisa auto satisfactoria en la cara.
Jack bajó al sótano y dejó casi todas las bolsas de plástico dentro del frigorífico, claro que cogió una.
Se estaba vistiendo, mientras de vez en cuando le pegaba un sorbo al vaso con sangre que se había preparado, cuando su teléfono móvil comenzó a sonar.
-       ¿Sí? – preguntó, al descolgar la llamada.
-       Hola, Jack, soy Roxán. Adam y tú tenéis que venir a mi local, os tengo una sorpresa, ¡ah! Y no te olvides del Libro de Los Secretos. ¿En cuánto puedes estar aquí?
-       Dile que ya vamos. – apuntó Adam, que acababa de aparecer apoyado en el marco de la puerta del cuarto de Jack. Había estado escuchando la conversación.
-       ¿Le has oído? – le preguntó él a Roxán.
-       Sí, os espero. – contestó ella.
Y colgó. Después terminó de vestirse para el funeral de Lusom que se celebraba en poco más de media hora en el cementerio y cogieron el coche de Adam para ir hasta allí.


-       ¡Roxán, Roxán! – gritaba Adam, llamando a la mujer, desde la calle.
Roxán se asomó por una ventana, y le dedicó una mirada asesina. A continuación les hizo un gesto para indicarles que podían pasar, que la puerta trasera del local permanecía abierta para ellos.
-       No hacía falta que gritases, ya os había oído – le dijo ella, al verles entrar en la estancia, la cual permanecía completamente sumida en la oscuridad. – Seguidme. – Les indicó, y ellos la obedecieron.
Ascendieron por una escalera maltrecha hasta alcanzar un pasillo angosto y con un olor a humedad desesperante, lo recorrieron hasta entrar por una puerta medio abierta a una habitación.
El despacho de Roxán. O eso parecía. Adam contempló la estancia con la mirada de un niño, sorprendido por la cantidad de objetos que desconocía y que allí estaban como uso de decoración.
Pero cerró la boca unos segundos después, no porque temiera que una mosca le entrase por ella, sino porque reparó en una muchacha. Una mujer que desconocía.
De piel morena, cabello oscuro, ojos color avellana, y labios grandes. Aquella mujer no necesitaba de los milagros del maquillaje para poder decirse que era un bellezón en toda regla. En un principio, Adam hubiese apostado que era vampira, pero no, enseguida notó esa aura que emanaba de ella.
-       Ella es Kayla. Una amiga de hace mucho tiempo, y también es una excelente bruja.
-       Me gustan las brujas – añadió Adam en tono sexy, y rugió sensualmente.
-       Ellos son Jack y Adam – terminó de presentarles ella.
-       Encantada – asintió Kayla, apartándose parte del flequillo para dejarlo detrás de la oreja.
-       ¿Lo habéis traído? – preguntó Roxán.
Jack asintió, sacando el Libro de los Secretos de detrás de su espalda. Roxán lo agarró y se lo tendió a Kayla, que lo cogió con detenimiento y mucho respeto. Como si fuera un objeto de alto valor.
Kayla se situó frente al escritorio de Roxán, y posó el libro con cuidado. Cerró los párpados y deslizó sus manos por la tapa de éste. Todos los allí presentes no le quitaron el ojo de encima. Adam parecía asombrado.
Magia. Se dijo, al escuchar el extraño dialecto que salía por su boca, como un cántico sinuoso.
Kayla fue dibujando suavemente sólo con la yema de sus dedos índices, unos círculos y dibujos varios, que al instante adquirían una luz propia, celestial, de un color dorado. El Libro de los Secretos parecía albergar mucha vida.
De pronto, el libro se abrió, pero no mostró nada, sus hojas permanecían blancas, limpias, la luz dorada las hacía brillar de forma especial.
Un guiño de dolor asomó en el rostro de Kayla, algo parecía ir mal.
Las hojas del libro comenzaron a pasarse de derecha a izquierda y viceversa, una y otra vez, a una velocidad vertiginosa. Una brisa se levantó en la habitación, debía proceder del libro, porque las ventanas estaban cerradas a cal y canto.
Telarañas oscuras, como brazos negros empezaron a expandirse desde lomo, empapando las hojas hasta entonces blancas, formando figuras o ramas interminables. Enseguida ocuparon todo el libro, y salieron de él, como bruma polvorienta.
-       Satanás. – pronunció Kayla, acongojada. No podía controlar el inmenso poder del Libro de los Secretos. La magia negra que lo protegía era muy superior a su insignificante poder blanco.
-       ¿¡Qué es lo que sucede!? – exclamó Adam, su cabello se revolvía a causa de la ventisca que los rodeaba. La puerta empezó a golpear el marco con fuerza, si seguía así terminaría por romperse.
-       Lo-lo siento, yo-yo no puedo, es demasiado. – gemía Kayla, lágrimas caían por su cara. Las ramas negras procedentes del interior del libro, la habían alcanzado, trepaban por sus extremidades, metiéndose en su piel, sus ojos empezaron a tintarse de negro.
La ventisca se hizo más fuerte, y la bruma negra, comenzaba a formar una figura en el ojo del huracán.
-       ¡Hay que cerrar el libro, es lo único que podemos hacer, si no, Lucifer tomará nuestras almas por toda la eternidad! – gritó Roxán, que se protegía la cabeza de los objetos que salían disparados por todas partes a causa de la fuerza del viento.
-       ¡Yo me encargo de eso! – dijo Adam, que intentaba caminar paso por paso.
Las sombras oscuras lo detectaron, y fueron a por él, su cuerpo salió volando contra la pared, con una fuerza asombrosa. Hasta él se mostró sorprendido.
Las sombras se alzaron, como brazos oscuros, y lo miraron como serpientes al acecho. Después, se lanzaron hacia él.
Adam puedo esquivarlas, aunque no pasó lo mismo con las que salían a través de las paredes. Una de ellas le atravesó el estómago, como si se tratara de una espada muy afilada.
Jack se lanzó también a cerrar el libro, luchando contra la corriente, y esquivando un centenar de sombras malignas que amenazaban con matarle.
La figura oscura se mostraba poderosa, cada vez más enérgica, vital y presente, el mal se podía llegar a palpar en el aire.
Roxán agarró a Kayla, y la ayudó a volver en sí. Ella, agotada, se lo agradeció, medio muerta, agonizando, sujetándose en su amiga vampiresa para poder mantenerse en pie, pues las piernas le fallaban en aquel momento.
Finalmente, Jack alcanzó el libro, y como si la tapa pesara unas cuantas toneladas, luchó por cerrarlo.
Poco a poco las sombras retrocedieron, junto con la energía oscura, antes de cerrarse por completo, el viento desapareció absorbido por la energía, y un montón de objetos cayeron al suelo.
Todo había quedado destrozado.
-       Me parece a mí que esto va a ser más difícil de lo que esperábamos – comentó Adam.
Kayla miró profundamente a los ojos a su amiga y le dijo:
-       Lo siento.

***

Katherine ya se había preparado. Iba vestida normal, pues no tenía mucha ropa entre la que poder elegir. Pero decidió que su cara sería la que hablase por ella. Y se había preparado, apropósito, para ello, una mueca de un dolor profundo, aunque ligera, como la de una niña de porcelana.
-       Debes venir con nosotros, sé una niña educada – decía Ulalia desde el pasillo, que comunicaba la habitación de Katherine con la de Laura.
-       No, lo siento. Paso de ir allí, odio esas cosas, y tú no vas a obligarme. Ya lo he decido, y punto.
-       Pero, Laura, hija… - Katherine salió de su cuarto. Ulalia se acercó a ella e intento acariciarle la cara.
Su hija en cambio, le apartó la mano de un golpe seco y severo. Katherine la odió por hacer ello.
-       Laura, tu madre tiene razón. Deberías venir con nosotros, no creo que a Adam y Jack, sobre todo al primero le siente bien que tú faltes, hasta hace poco eráis novios, ¿no?
-       ¡Ni le menciones! ¡Adam no es más que un bastardo! ¡Dejadme en paz! – Laura salió de su habitación, bajó por las escaleras rápidamente y se fue de casa, y caminó hasta la playa.
Katherine la vio llorar desconsoladamente. Y quiso ir a verla, pero Ulalia se lo impidió.
-       Déjala, si intentas hablar ahora con ella se pondrá peor, ya hablaré yo con ella cuando volvamos.
Katherine volvió a su habitación, para ordenarlo todo un poco.
Desde hacía un rato sentía algo extraño a su alrededor. En un principio creía que aquella sensación era causa del enfrentamiento recién vivido con su prima, pero no. Aún continuaba, era como una energía, que intentaba acercársele, pero algo en su interior lo impedía ¿Claudia? No podía ser, ella nunca impediría que su mejor amiga la visitara, aunque odiase que siempre apareciese de repente, y sin avisar.
Prefirió no comerse la cabeza, y una vez terminó de meter toda la ropa en el pequeño armario del que disponía en su cuarto, bajó hasta el primer piso, Ulalia la esperaba, muy guapa y arreglada.
-       Tendremos que ir en autobús, porque ahora que Javier está trabajando…
Katherine asintió con la cabeza, y salieron de casa.


Aunque lo habían esperado, incluso jurado, Katherine y Ulalia no fueron los últimos en llegar al entierro. Si no Adam y Jack, acompañados por un guapa mujer a la que Katherine radiografió por completo. Era preciosa, y aunque aún no sabía por qué, al ver como Jack la ayudaba a bajar del coche, Katherine sintió ganas de tirarse sobre ella y darle una buena patada en la espinilla.
Pero se contuvo, y sonrió al ver como Jack reparaba en ella.
Después de que la saludara, con aquella sonrisa arrebatadora que sólo él poseía, lo contempló acercase al cura.
Pocos minutos después comenzó el entierro.
En lo alto del cementerio del pueblo, que al parecer se estaba agrandando por falta de espacio. Había dispuestas dos docenas de sillas desplegadas en dos bandos, de la misma cantidad, y separadas por dos metros, que dejaban espacio suficiente como para hacer un pasillo. Y al final de éste, yacía el cuerpo de Lusom, dentro de un ataúd, que estaba a punto de ser sumergido en el agujero previamente excavado.
El cura, procedió a leer algunos pasajes de la Biblia, y después se hizo el silencio. Finalmente, cerraron la tapa del ataúd, que había estado abierto para que la gente pudiese despedirse de Lusom, (aunque sólo durante unos minutos), y éste comenzó a descender por el agujero, poco a poco.
La gente se fue a seguir con sus vidas.
Katherine le pidió permiso a Ulalia para quedarse un rato más con Jack. Ella accedió pero con una sola condición; que ella tuviera cuidado.
Katherine le dio una vez más el pésame a Jack.
-       ¿Te gusta pasear? – le preguntó él.
Ella asintió con la cabeza.
Y empezaron abajar por el cementerio, para después coger una camino de graba que se adentraba poco a poco en unos campos inmensos que brillaban de colores, a causa de la gran cantidad de flores que los poblaban.
-       ¿Cuándo vamos a hablar de… – Katherine quería hablar de lo del beso, pues nunca habían dicho nada al respecto. Había empezado valientemente la pregunta, pero de repente se sintió sin fuerzas para terminar de formularla. - …del beso? – suspiró.
Jack esbozó una sonrisa seductora e irónica, la agarró por los hombros furtivamente, y sin que se lo esperase, la volvió a besar.
De nuevo, aquel rayo la atravesó, pero era un rayo cálido esta vez. Su mente se despojó de cualquier tipo de preocupación, y se entregó de lleno en el beso.
-       ¿Cómo este? – preguntó él, al separarse.
Katherine cogió aire, aún con los párpados cerrados.
-       Sí… - dijo en un suspiro.
Jack rió.
-       ¿Y qué pasa con el beso? – quiso saber, mientras volvía a andar.
-       Na-nada – dijo ella, casi incapaz de poder hablar.
-       Katherine, yo… quería explicarte lo de ayer…
-       No hace falta – dijo ella. – No me importa qué seas, mientras sigas así. Eres una persona muy…
-       Katherine… - dijo con suavidad Jack, mientras la agarraba y la dejaba sobre la hierba, el sol les daba de lleno. – Yo… te quiero. – le susurró al oído. Ella se quedó sin respiración. Y la volvió a besar.
Podría haberse quejado por el abuso, pero no le importaba en absoluto, el rayo rojo que aparecía cuando se tocaban y ella estaba de guardia baja, se había transformado en un bonito cielo azul con nubes de algodón blanco y brisa agradable que le revolvía el cabello suavemente a la vez que disipaba todos sus problemas y dudas.
-       Yo… también te quiero. – le dijo ella finalmente. Y sintió como su cuerpo flotaba, libre de ataduras, y se volvieron a fundir en una cadena de besos cortos y otros largos que se prolongaron durante tiempo inexacto.  


Jack la llevó de vuelta a casa. Katherine no sabía ni si quiera qué hora era, ni cuánto tiempo habían estado juntos, en primer lugar porque se le había pasado volando, y porque tampoco le importaba. Aquel estaba siendo el mejor día de todo el año. Probablemente de su vida.
Cuando llegaron a casa de Katherine, Jack le abrió la puerta, y una vez ella se levantó, él le agarró de la mano.
Katherine se sonrojó, y le miró a los ojos.
-       ¿No crees que es un poco pronto para darnos la mano? – preguntó.
-       ¿Pronto? – repitió él, aguantándose la risa. – Pero si ya nos hemos besado. Y un montón de veces, además.
Ella se cayó, tenía razón, el rió al ver la cara de Katherine, como si se sintiese avergonzada por la tontería que acababa de soltar.
Tranquila, estoy acostumbrado a tus tonterías – dijo él entre carcajadas, y antes de que ella le respondiera, le selló los labios con un profundo beso y le susurró al oído - te quiero. 

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