Sinopsis

Katherine se trasladará a Santiago, para pasar el verano en casa de sus tíos. Pero aquel lugar tan idílico no lo será tanto, enseguida su ángel protector entrará en acción, y le avisará continuamente que ese chico del que ella está enamorada, no es alguien de fiar.
¿Qué es lo que Jack esconderá?

martes, 17 de mayo de 2011

Capítulos 10 y 11

Capítulo. 10

El Valor de la Eternidad

Ulalia descolgó el teléfono inmediatamente después de que sonara. Katherine la contempló desde la cocina, en la que se encontraba lavando los platos sucios de la cena. El día se habría de forma desgarrada y pesimista. Un manto de nubes grisáceas cubrían el cielo, el sol desaparecido, era recordado por las cálidas temperaturas, sin embargo, la playa estaba repleta de turistas que iban a Santiago, aún a riesgo de que una tromba de agua los atrapara sin previo aviso, arruinándoles el día.
Katherine permaneció muda hasta que su tía dejó el teléfono.
-       Nada – sentenció ella. Volviéndose para comunicarle a su sobrina el resultado de su insistencia ante la policía del pueblo. – Dicen que hasta que no hayan transcurrido cuarenta y ocho horas no moverás ni un solo dedo. Porque según ellos el procedimiento es así.
-       Pero… - Katherine se cayó, tenía un montón de preguntas para formularle a su tía, pero supuso que ella ya se las habría hecho a sí misma y al equipo policial una y otra vez. Y no estaba allí para agobiarla más. – Significa que hasta hoy a la noche no vendrán para tomar los datos ¿no?
-       Sí. Nos queda esperar, o que Laura vuelva. – Asintió Ulalia. Agotada, subió por las escaleras hasta su cuarto.
El día debía avanzar. Era cuestión de tiempo, pero se hacía interminable. Katherine miró el reloj, y recordó lo que le había dicho a Jack la noche anterior. Eran las once de la mañana, y quería verle. Necesitaba saber cómo se encontraba.

***

Las ramas de los árboles se balanceaban una y otra vez, al compás del aire. Sophie esperaba impaciente, mirando a su alrededor, desde allí podía oler el mar, y sentir la humedad cómo si le hubiesen echado un cubo de agua encima.
-       Llegas tarde. – dijo. Y se giró.
-       He estado ocupado, tenía que estar con el Creador. Es muy exigente, bastante me ha costado que no se enterara del rapto de Katherine en su totalidad. Maquillar los hechos no es sencillo, claro que ahora que nos hemos quitado a Lax del medio…
-       Sí, ha sido más sencillo de lo que esperaba ¿no crees D? El que le dijeras que el Creador tenía órdenes muy importantes para él nos lo dejó a nuestro servicio, no sé cómo no se nos ocurrió antes. Ahora lo importante es seguir con el juego, en estos momentos vamos ganando, pero quitarnos al Creador del medio no será tan fácil. Y cómo nos pille, ya podemos darnos por muertos. – le dijo ella.
-       No te preocupes cariño, somos demasiado inteligentes cómo para perder. Al final, el Creador morirá en nuestras manos, y así seremos libres para siempre. – D se acercó a ella velozmente y la besó en los labios. – Te deseo… - siseó entre dientes. – Pero queda elegir qué hacemos con ella.
-       Ya lo veremos, puede que nos sirva para conseguir la inmortalidad para siempre. Ahora debemos pactar con Jack y Adam. Después de la pelea que mantuvieron con Lax han debido de quedar tocados, pero eso no significa que sean un bache importante para poder llegar hasta Katherine.
-       ¿Vas a ir tú a proponerles el trato? – le preguntó D.
-       Sí, ahora confiarán más en mí desde que les entregué en bandeja a Lax. Seguramente tendrán preguntas, y miedo a que el Creador aparezca. No será muy complicado pactar con ellos para ir juntos en contra del Creador. Ellos quieren salvar a Katherine, y nosotros ser libres de una vez.
-       Bien, entonces… tenemos tiempo ¿no? – D rodeó con sus brazos a Sophie y la volvió a besar en los labios. Juguetón, mirándola a los ojos con deseo.

***

Al llegar a la casa, se paró un momento en el porche. Pensando cómo iba a actuar ante Jack. La relación que mantenía ahora era completamente diferente, había dado un giro de ciento ochenta grados, aunque pensándolo bien, prefirió no preocuparse, dejar el pasado y pensar en el futuro, uno que esperaba compartir con él. Antes de que lograra tocar la puerta por primera vez, Adam ya le daba la bienvenida.
-       Eres muy ruidosa ¿lo sabías? – bromeó él. – Pasa, - se puso más serio. – está en su cuarto, no ha podido levantarse aunque lo ha intentado, le vendrá bien verte. – le informó.
Katherine subió por las escaleras sin decir nada, y con Adam a un metro en todo momento.
La puerta de la habitación de Jack estaba entreabierta. Posó su mano derecha en ella y sin hacer ningún esfuerzo, ésta se deslizó al ras del suelo, chirriando al final, antes de golpearse suavemente contra la pared.
-       Hola – le dijo ella, con voz pequeña. Tragó saliva y se arrodilló junto a él.
Jack no tenía buen aspecto, estaba mucho más pálido de lo normal, la herida no se le había curado, lo supo por la inmensa mancha roja en el vendaje. Y se suponía que los vampiros tenían la capacidad de sanarse con premura. Con lo cual, lo visto sólo se podían calificar como malas noticias.
-       ¿Te encuentras bien? – le preguntó.
-       Sí – asintió él con voz ronca, esbozando una amplia sonrisa. Katherine se alegró de que su presencia surtiera aquel efecto que tanta felicidad le proporcionaba, pues ella creía que en todo el mundo no había nada mejor que la maravillosa sonrisa de Jack, aunque en aquellos momentos no lo pareciese. Sus labios permanecían claros, rozando lo sobrehumano, pues presentaban un color que no era natural, al menos en una persona viva.
-       No te asustes – comentó Adam. – Está así porque nos hemos quedado sin sangre, el chaval se ha trincado toda la que nos quedaba. Y claro, en su estado…
-       Jack, yo puedo, no me importa de veras.
-       Katherine, ya te dije que no. Y menos ahora, me sentiría culpable, porque se supone que empecé a salir contigo por eso, y el conseguirlo… no quiero. No por ahora, y menos sabiendo que lo haces bajo presión. Me encuentro bien, he estado mejor en otras ocasiones, pero ya mejoraré. – le prometió. Aunque ella se quedó normal, sabía que aquellas palabras no eran del todo ciertas, no por sus sentimientos, sino por la necesidad de sangre, y más siendo vampiro. Aunque anteriormente, ese hecho la hubiese echado para atrás, con un no rotundo, ahora era diferente, Jack estaba mal, y sabía que si probaba su sangre, mejoraría. Pero daba igual, él se había negado y debía respetarlo.
-       Viendo lo visto, me parece que tendré que ir a por más sangre. – dijo Adam. – Además, yo también necesito mi dosis. Bueno es saber que no hace sol, al menos no me quemaré. Vendré en un rato – aseguró. A continuación desapareció por la puerta, dejándoles a los dos a solas.
Katherine volvió a reparar en el vendaje ensangrentado.
-       Hay que cambiártelo. – le dijo ella. - ¿Dónde tenéis las vendas? – preguntó.
-       No hace falta que te molestes… - intentó pararle él, no quería ser ninguna molestia para ella.
-       Ni hablar, estoy aquí, y voy a molestarte, aunque no te guste. ¿Sabes dónde están? – quiso saber.
-       En el cuarto de baño, detrás del espejo. – confesó él.
Katherine fue a por los utensilios y cuando volvió, se dispuso a cambiarle el vendaje.
Primero retiró las sábanas de la cama, y a continuación le levantó la camiseta, aunque él, terminó por quitársela, pues le incomodaba al estar arrugada debajo de los hombros.
El resto de su cuerpo también estaba pálido por lo que Katherine pudo comprobar.
Después, y con sumo cuidado comenzó a retirar el vendaje usado y manchado.
Al descubrir la herida, se quedó sorprendida, le repelaba, una mancha negra, seguramente de sangre seca la cubría, formando una corcha dura, la cual procuró no tocar en ningún momento mientras hacía el cambio.
Limpió la herida con un paño húmedo, para después aplicar una crema que hidratase la piel, ya que se le empezaba a secar, seguramente por la falta de sangre.
Cuándo hubo echo todo eso, empezó a poner el nuevo vendaje con cuidado y lo mejor que podía.
-       ¿No vas a ponerte la camiseta? – le preguntó, una vez terminada la operación.
-       No, estoy bien. – le contestó él. Katherine llevó de nuevo las sábanas de la cama hasta arriba, cubriendo así el cuerpo de Jack por completo.
La mañana ya se despedía, para dejar paso a la tarde, en la cual, las primeras gotas comenzaron a caer. El tiempo se templó, asegurando una noche lluviosa.
-       ¿Tenéis algo de comida? – le preguntó Katherine.
-       Sí, supongo que desde el funeral de Lusom, la comida que nos regalaron seguirá ahí. Mira haber. – le informó él.
Katherine bajó a la cocina, y pudo apañárselas para conseguir llevarse algo de comer a la boca. Esperaba que Adam no tardara mucho más, era notoria la necesidad que tenía Jack de beber sangre.
Fue una hora después cuando alguien llamó a la puerta. Katherine se levantó del sofá, estaba viendo una serie en la tele, intentando no pensar mucho en la herida de Jack.
Cuando abrió, no supo reconocer a la chica que tenía ante sus ojos.
-       ¿Sí? – preguntó ella.
-       Hola Katherine, ¿están Jack y Adam?
-       Sí, bueno, Adam no. Jack se encuentra mal… ¿cómo sabes mi nombre?
-       ¿Puedo pasar? – Sophie evitó contestar su pregunta, y entonces, la voz de Jack llegó desde el segundo piso en tono debilitado.
-       Déjale, Kath.
Después, fueron hasta la habitación de él.
-       ¿Qué pasa? – le dijo Jack a la vampira, mientras se incorporaba en la cama costosamente, y con Katherine en todo momento ayudándolo, intentando evitar que la herida se reabriera.
-       Son cosas… - Sophie miró Katherine.
-       Da igual, dispara. – le ordenó Jack entendiendo que ella no sabía si Katherine estaba al tanto de todo.
-       Vengo a hacer un trato. Supongo que tras lo de ayer, y de que os avisara de las intenciones de Lax y os sirviera su cabeza en bandeja, confiéis más en mí. Eso espero. Porque según tengo entendido el Creador podría llegar cualquier día, pues según habrá llegado a sus oídos, dos vampiros que hace unos años escaparon de sus terrenos han matado al espía que les había puesto, y encima, aparentemente sin ninguna razón.
-       Ve al grano, por favor. – le dijo él.
-       Quiero hacer un trato contigo, y con Adam – aclaró. – A ninguno nos conviene que el Creador venga, y menos que nos pille por separado y nos mate sin ningún tipo de escrúpulo. Por lo tanto, he llegado a la conclusión, de que juntarnos es lo mejor, individualmente no somos nada, pero juntos podríamos hacerle frente ¿no crees?
-       Sí.
-       Según mi amigo, el Creador aún está lejos de aquí, por lo tanto tenemos tiempo de idear un plan. ¿Qué te parece?
-       Bien, pero si no te importa, vuelve mañana, por favor, gracias Sophie, pero hasta que no esté Adam aquí y hable con él… no puedo decirte nada.
-       De acuerdo. Adiós.
Katherine la acompañó educadamente hasta la entrada, y cuando se hubo ido, subió corriendo por las escaleras hasta el cuarto.
-       ¿Quién se supone que es Lax? ¿Quién es ella? ¿Y qué sucede con el Creador? – estaba llena de preguntas.
-       Lax era el vampiro que ayer te raptó. Ella es otra de la especie, un poco prepotente, ha estado al mando del Creador durante muchos años, aunque ahora parece que quiere estar lejos de él.
-       Ella parece maja. – comentó Katherine.
-       No, no lo es, ahora sí, por supuesto, pero sólo porque le interesa, la conozco bastante, y nunca ha sido agradable sólo le mira por sí misma, así que hay que tener cuidado con ella. – le avisó. – De Lax ya no tienes por qué preocuparte, el verdadero problema es el Creador, creo que ya te he contado un poco sobre él.
-       Sí, me dijiste que fue el que te convirtió… - aquella última palabra la pronunció con inseguridad – en vampiro ¿no?
-       Así es. El Creador es un vampiro muy viejo, y cuando digo viejo no me refiero al aspecto, si no a la cantidad de años que tiene en su haber.
-       ¿Cuántos? – quiso saber Katherine.
-       Nadie lo sabe con exactitud, pero hasta donde yo sé, más de quinientos sí tiene.
-       Bueno, ahora no te preocupes ¿vale? Según la tal Sophie el Creador está lejos, de mientras tendrás que descansar. Adam estará al llegar. – Katherine le ayudó a tumbarse de nuevo, tapándole con las sábanas.

***

Por primera vez en su vida, dedicaba algo de su tiempo para el beneficio de terceras personas. Aunque su interés estuviese involucrado.
Había logrado pillar a un vampiro en un bar repleto de gente, y ahora, lo llevaba atado en el coche, camino a los muelles, con ganas de hacerle una visita al Chispas.
Con un vampiro tendría la cantidad de sangre necesaria para un semana, claro que el estado de Jack lo cambiaba todo. Daba igual, ahora la prioridad era llevar sangre fresca a casa.
Cuando detuvo el auto de un frenazo, y entró en contacto con el aire exterior, ya sintió algo que no le gustó. Agarró al joven vampiro con una sola mano y lo arrastró contra su voluntad hasta el almacén.
Para su sorpresa, nadie vigilaba la entrada, eso era extraño todas las veces que había ido, dos grandes y corpulentos guardias la custodiaban, amenazantes. Ahora, la puerta estaba sola. Giró el pomo y entró.
Todo estaba en silencio, y a oscuras, sólo una bombilla que colgaba en un extremo de la inmensa habitación sombría proporcionaba un poco de luz, aunque tintineara con cada nuevo movimiento de los cables, pues se balanceaba por algún motivo, cómo si la hubiesen golpeado a propósito.
Adam buscó un interruptor para encender el resto de las luces, y tardó en encontrarlo.
Cuando lo pulsó, vislumbró el desastre que invadía la estancia a su alrededor. Charcos de sangre bajo cuerpos de vampiros sin vida, violentamente asesinados, los pocos muebles que había estaban rotos, destrozados en docenas de pedazos.
El vampiro que Adam había capturado parecía asustado por la escena, lo arrastró por la estancia mientras contemplaba el rostro de los fallecidos tirados sobre el asfalto cómo simples cachos de carne muerta e inservible, esperando encontrar alguna cara conocida.
Y así fue, el Chispas se encontraba a unos metros, cerca de la puerta que comunicaba con los calabozos en los que tenían a los vampiros prisioneros encarcelados, para así poder sacarles sangre.
El vampiro que hasta ese momento había llevado todo el tráfico de sangre ilegal de vampiros, tenía el cuello desgarrado por una mordedura que asustaba, con los ojos en blanco, de haber contemplado en primer plano al parecer una acción demoniaca.
A continuación, Adam bajó a los calabozos, y encendió las luces que alumbraron la triste escena.
Los guardias estaban masacrados, y las celdas abiertas, por supuesto, los prisioneros estarían ya lejos de allí, algo o alguien los había liberado o eso parecía. Y aunque no se lo quería creer, Adam llegó a una conclusión, el Creador, parecía obra suya. Debía ir con Jack y avisarle de lo que lo presenciado. Pero antes, debía decidir qué hacer con el vampiro que había raptado, no se lo pensó dos veces, lo dejó tirado en los muelles, si no conseguía soltarte por sí solo, alguien ya lo encontraría a la mañana siguiente para su suerte.

***

Cuando vio a las oscuras figuras rodear el edificio y el sonido de la puerta trasera abrirse con violencia, supo enseguida que no iban a ser bienvenidos. Algo le daba mala espina. Salió de su despacho, bajando las escaleras oyendo a sus empleadas gritar de pavor. Roxán contempló la escena aterrada, cuatro vampiros maltrataban a las chicas cómo si fueran simplemente objetos que no sirviesen para nada. Todos con los colmillos sobresaliendo, entonces vio cómo uno echaba gasolina por su establecimientos, estuvo a punto de pararle los pies, pero debía contestar la llamada que recibía justo en aquel instante.
No daba crédito a lo que su fuente le comunicaba a través del teléfono, según él, el Creador estaba cerca del pueblo, y entonces esos vampiros… debía avisar a Jack y Adam.
Justo cuando colgaba la llamada uno de los vampiros reparó en ella, y comenzó la carrera, Roxán subió las escaleras con premura, suplicando poder llegar a su despacho antes de que el vampiro se le echara encima.
Y así lo logró, se puso el teléfono en la oreja mientras ella misma sujetaba con todas las fuerzas la puerta para que el vampiro no pudiese entrar, y llamó a Jack.
-       ¿Qué sucede Roxán? – preguntó él, al oír la respiración exaltada de su amiga.
-       Adam y tú debéis iros lejos, los hijos del Creador están en el pueblo, ahora mismo pretenden quemar mi negocio, Jack, corre no hay tiempo. Adiós. – Y le colgó.
Justo en ese momento, era vencida, y caía al suelo, a la par que la puerta golpeaba la pared fuertemente.
El vampiro la miró con odio y deseo a la vez, pero ella no iba a dejarse intimidar.
Los colmillos florecieron bajo sus labios. La pelea iba a comenzar. El fuego ya comenzaba a escalar por las paredes del local, arrasando con todo, el humo salía por las ventanas sin parar. Algunas de las empleadas de Roxán logró escapar del lugar, aunque no llegó muy lejos, antes de que pudiesen cruzar la calle, los otros vampiros que esperaban fuera se les echaron encima.

***

Jack se incorporó deprisa, incapaz de pensar con frialdad. El terror escalaba por sus extremidades, imparable.
-       ¿Qué sucede? – le preguntó Katherine, asustada, al ver la reacción obtenida por su novio tras aquella llamada.
-       Tenemos que irnos, ¡ya! – le ordenó. – el Creador está en el pueblo, y estoy seguro que vendrá por ti. Vámonos.
Jack se levantó de la cama, notando cómo la sangre empapaba el vendaje que cubría la herida. Katherine lo siguió, hasta el pasillo. Y de pronto, la puerta principal de la casa salió volando por los aires cómo si hubiese explotado al recibir una cantidad terrible de fuerza.
Mientras los trozos de madera caían cómo gotas de agua, una figura entraba en la estancia.
El Creador.
Acompañado de dos hombres que le seguían a dos metros de distancia.
Jack se quedó paralizado, cómo una piedra. Katherine por su lado, no sabía qué hacer. Escapar resultaría estúpido y encima no serviría de nada. Pues estaba segura que cualquiera de los tres vampiros que acababan de entrar en la estancia podían apresarla antes de que diera tres pasos hacia la salida.
-       Cuanto tiempo – dijo el Creador. Su voz era intimidante, llena de oscuridad, opaca. Él iba vestido con un traje muy elegante, y con una capa que rozaba el suelo con la parte exterior de color negra y la interior roja.
Jack le miró a los ojos tras un rato. Temeroso de que pudiera cogerle en ese mismo instante, y retorcerle el cuello se un solo movimiento.
-       Tú debes ser Katherine – ahora se dirigía a ella, esbozando una sonrisa que a ojos de  los presentes era escalofriante. – un placer.
-       Yo no puedo decir lo mismo. – Contestó ella.
-       Tienes carácter, me gusta. – Asintió el Creador, juguetón, pero de pronto y de improvisto su sonrisa desapareció. – Pero deberías mostrar más respecto a tus superiores jovencita. – Le indicó, deslizándose hasta ella, en menos de un segundo, y sin esfuerzo alguno.
Katherine no lo vio venir. De pronto ya lo tenía enfrente, con sus ojos de diablo fijados en ella, notando cómo su mano fría le levantaba la barbilla, mientras la inspeccionaba, y el cabello engominado peinado para atrás, y brillaba sin color bajo la luz de la bombilla.
Sus colmillos resaltaban bajo los labios, gigantes y afilados.
-       Ni se te ocurra tocarla. – le ordenó Jack.
-       ¡Tú, háblame con más respeto! – le dijo él en un incómodo grito fugaz.
Jack había dado un paso hacia Katherine, pero el Creador ya lo agarraba del cuello antes de que siquiera pudiese aproximarse más. – Debería matarte… - dejó caer, escrutándole con la mirada. – pero no lo haré. Quiero divertirme contigo. Ahora nos vamos -. Ordenó. Los dos vampiros aferraron a Jack de los brazos, mientras el Creador cogía a Katherine del antebrazo y la arrastraba hacia el exterior, notando cómo la forma de sus dedos se quedaba impresa en su piel.
La noche ya empezaba a llegar, cubriéndolo todo de una espesa negrura que impedía ver los alrededores.

***

Frenó el coche violentamente, para a continuación salir de él, y patinar al entrar en casa. La puerta estaba destrozada, cientos de pedacitos se esparcían por el suelo del salón.
Y temiéndose lo peor, subió las escaleras hasta el cuarto de Jack, al comprobar que nadie lo esperaba recorrió toda la casa en busca de alguien.
Nada.
Con la respiración ya agitada se paró en medio del pasillo, sin saber qué hacer. ¿Dónde podrían estar Jack y Katherine? ¿Y si el Creador los hubiese encontrado? Se temía lo peor.
Roxán llegó justo entonces, con la ropa destrozada, llena de agujeros y negra por el humo.
-       ¿Qué te ha pasado? – le preguntó él.
-       Los hijos del Creador. Adam, ya están aquí. – le comunicó, y entró en la casa. Mirando en todas las direcciones, después reparó en la puerta que faltaba. - ¿Y Jack? ¿No se ha ido contigo?
-       No, yo acabo de llegar, he ido a donde el Chispas y me lo he encontrado con toda su gente, muertos en el almacén de sangre, parecía obra del Creador. Acabo de llegar y esto es lo que hay… Jack estaba herido, no podría llegar muy lejos…
-       Es que yo le he llamado, creía que estaba contigo, en el momento en que los hijos del Creador han entrado en mi establecimiento, le he llamado para avisaros de que debíais iros.
-       ¿No creerás que él los ha cogido, no?
-       No lo sé… - comenzó a decir ella - ¿ellos?
-       Sí, Jack y Katherine.
-       ¡Oh dios, entonces sí que ha sido él! Se rumoreaba que vuestra chica tenía unos poderes especiales, como si fuese descendiente de brujas, y según me han contado su sangre es capaz de hacer milagros.
-       ¿Qué podemos hacer? – preguntó Adam.
-       Yo sé dónde podéis encontrar al Creador – dijo una voz femenina a sus espaldas.
-       ¿Sophie? – pronunció Roxán.
-       ¿Otra vez, tú te traes algo entre manos, no? – comentó Adam.
-       Jack y yo hemos hecho una trato esta misma tarde, pero como tú no estabas no se atrevía a darme un sí cómo respuesta. Sé que en el futuro no hemos sido muy compatibles, pero ahora… todos queremos lo mismo, el final del Creador. Yo os puedo llevar hasta él, así podréis salvar a la chica bruja y a Jack. Lo único que pido a cambio, es que me ayudéis a acabar con la vida del Creador para siempre.

***

La sacaron de la furgoneta a rastras, como si fuera un saco insípido. Aquel fue la última vez que vio a Jack. A él lo arrastraban con cadenas rodeando su cuello pies y cintura, mientras a Katherine la llevaban a otro lugar más alejado. Frente a ella un inmenso castillo con cientos de hectáreas a su alrededor. La noche ya avanzada bañaba el cielo, mientras la luna le daba un color perla.
Dos hombres se encargaron de llevarla hasta el interior del castillo, sus pies habían estado rozando el cuidado jardín durante un par de kilómetros. Ahora la piedra que formaba el suelo le escocía al contacto.
Tras cruzar un largo pasillo que parecía interminable, alcanzaron unas escaleras de caracol que conducían a una planta más abajo. Los calabozos.
No eran jaulas metálicas, cómo hubiese esperado, si no habitaciones lujosas bien cuidadas, eso sí sin escapatoria.
Aquel castillo parecía un hotel a lo medieval.
Los guardias se detuvieron ante la habitación número treinta y siete, abrieron la puerta que estaba asegurada con un gigantesco pestillo y la arrojaron dentro.
A continuación volvieron a cerrarla por completo, y los guardias se fueron. Ella los contempló alejarse por el estrecho pasillo alumbrado por las antorchas, escrutando la vista tras una ventana redonda situada en la puerta.
Tras aburrirse de mirar a través de la ventanita, se giró en redondo y de mala gana para ver la habitación.
Una gran cama con sábanas de terciopelo ocupaban gran parte de ésta, junto con un tocador de madera que parecía ser antiguo, aparte de eso, sólo había una silla solitaria.


Las horas debían de pasar, aunque ella no percibiera nada encerrada entre cuatro muros de piedra. El agotamiento la había vencido hacía ya rato, y había elegido tumbarse en la cama, al menos ésta era cómoda.
Se despertó al momento de escuchar algo. Saltó de la cama, asustada, ¿Qué querrían hacer con ella?
Se quedó pálida al descubrir cómo el rostro del Creador aparecía al otro lado de la puerta, al segundo, el pestillo se abría, y la puerta se deslizaba hacia el interior.
El Creador entró en la estancia con un paso elegante y ensayado.
-       Espero que las comodidades te parezcan correctas. – dijo.
Se aproximó a ella. Y le tocó el rostro, deslizando un dedo suyo por el pómulo derecho de ella, acariciándola.
-       Estás un poco fría, cariño, debería soltarte. Esta noche será el momento, podré probar tu sangre a la luz de la luna llena, llevo esperando este momento casi dos semanas, um… se me hace la boca sangre. Hueles de maravilla ¿no te lo ha dicho tu querido Jack? – comentó, entre risitas. – El pobre no me ha puesto las cosas fáciles, primero se escapó de mis aposentos hará diez años, y ha estado evitándome desde entonces, ahora encima osa enfrentárseme, y ha herido a uno de mis guardias. Pero lo va a pagar, oh sí, eso seguro…
El Creador miró a Katherine, sintiendo la sangre correr por sus venas, resaltadas bajo su piel.
-       Ven, acompáñame, vamos a disfrutar de unas vistas preciosas. – le aseguró él. – Has estado aquí metida toda la noche, es hora de que salgas un poco para que te dé el aire. Te sentará bien, y debes comer, quiero que tu sangre me sepa a cielo santo.
Salieron de la habitación, el Creador iba primero, ella en medio, y detrás los dos guardias que la habían llevado hasta allí la pasada noche.
Recorrieron el mismo camino que horas antes para salir a los preciosos jardines.
En el exterior, les esperaba una gran mesa de madera tapada por manteles blancos, sobre los que reposaban cientos de platos para degustar.
El Creador se sentó en una de las tantas sillas que rodeaban la mesa, y los guardias obligaron a Katherine sentarse en una de las sillas.
-       Puedes comer cuanto desees. – le dijo el Creador, sonriente. – No te cortes, adelante.
Katherine cogió una copa de leche y le dio un pequeño sorbo.
Estaba asquerosa, cómo pasada. Le dieron ganas de vomitar, pero se aguantó, no quería ni pensar qué le haría aquel hombre si le viera desperdiciar su comida.
-       Ahora toca el entretenimiento, vayamos a por el plato fuerte – ordenó a a los guardias con un par de aplausos secos.
Obligaron a Katherine a levantarse, y caminaron hasta dar media vuelta al castillo, para encontrarse con una imagen espantosa.
Una cruz gigantesca hincada en la tierra se alzaba en medio del jardín y en ella, yacía un hombre colgado, atado con cadenas.
Jack.              
-       ¡Jack, Jack, dios mío, Jack! – Katherine corrió hacia él, pero no pudo tocarle, ni si quiera de puntillas alcanzaba a tocarle los pies, estaba situado a unos dos metros del suelo. - ¡Jack, Jack! – gritaba, con millones de lágrimas cayéndole por la cara.
Él abrió un ojo, su cuerpo encadenado a la cruz estaba quemado al contacto de las cadenas, pero además el sol empezaba a hacerle efecto en la piel, la cual desprendía un poco de humo casi traslúcido.
La venda que ella misma le había puesto el día anterior estaba llena de sangre, su herida debía estar peor, y él parecía estar medio muerto, pálido y sin vida, aunque sus labios intentaron esbozar una sonrisa al verla.
En ese momento el corazón de Katherine se encogió en un puño, y empezó a sollozar repitiendo entre gritos una y otra vez el nombre de él, con la voz desgarrada.
-       ¡Soltadle, soltadle, Jack, Jack! – golpeaba el suelo con los puños de las manos.
A su espalda, el Creador se reía a carcajadas.
-       Ya ha sido suficiente, lleváosla. – Ordenó, - tiene que descansar para la ceremonia de esta noche. – Los guardias la cogieron de los brazos y la arrastraron, mientras ella seguía con sus llantos, contemplando la mortecina figura de su amado, al borde de la muerte.
La llevaron de vuelta a su cuarto, la tiraron obre la cama y le cerraron la puerta, dejándola sola con la única compañía de sus llantos.

***

-       Das asco. Mira cómo has acabado. – le gritó el Creador a Jack. – yo te convertí y ahora… no eres nada, encima me traicionaste, yo que fui cómo un padre, que te cuidaba al igual que a todos tus hermanos, éramos una familia perfecta.
-       No éramos nada, a ver si te das cuenta de una puta vez, tú no eres más que un puto vampiro que va convirtiendo a gante desolada y luego los tratas como esclavos. Yo pude escapar de tus garras y no me arrepiento, ¡prefiero morir antes que seguir sirviéndote para toda la eternidad! – escupió él, asqueado.
-       Pues tranquilo que lo harás, morirás, pero no ahora, primero verás cómo tu amada muere en mis manos y luego, cuando estés agotado y sin sangre, te pondré bajo el sol del día más caluroso de agosto, y contemplaré tu muerte mientras disfruto de una buena copa de sangre fresca, y no me iré hasta ver cómo tu cuerpo echo cenizas se esparce por el suelo y luego, el aire se lo lleva. – se jactó él.
Se hizo el silencio, alguien había llegado.
-       Hola hijo mío – saludó el Creador a la figura que Jack no alcanzaba a ver.
-       Creador… - pronunció él, mientras se agachaba en una reverencia.
-       Levántate D. Tenemos que hablar. – le ordenó él.
-       Sí mi señor. – asintió él.
-       ¿Tienes noticias?
-       Ajá, ya está hecho, Sophie ha encontrado a Adam y lo trae hasta aquí haciéndole creer que quiere matarte. Te lo vamos a entregar en bandeja.
-       Me alegro, ¿y sabes algo de Lax?
-       Sí mi señor. Tengo muy malas noticias. – D miró brevemente a Jack y después continuó: - Lax ha muerto, mi señor, Jack y Adam acabaron con su vida inmortal.
-       ¿¡Cómo!? – rugió, el Creador se alzó en el aire hasta poder mirar fijamente a Jack a los ojos. - ¿¡Tú!? ¿Cómo te has atrevido? – su cuerpo se estaba tensando, con unas ganas terribles de arrebatarle la vida al que tenía justo delante.
-       Sí, fuimos nosotros, y no sabes cómo disfrutamos al ver desaparecer la vida en sus ojos.
-       ¡Serás! Has matado a uno de tus hermanos, y lo pagarás, esta noche será una velada muy triste, pues moriréis dos de mis hijos, pero si no puedo evitarlo… debéis pagar por lo que habéis hecho. Adam y tú no veréis el próximo amanecer. – le aseguró.
El Creador descendió hasta volver a pisar la tierra.
-       Mi señor, ¿quiere que haga algo más? – preguntó D.
-       No, hijo mío, tú eres sabio, y obediente, ya has cumplido por hoy, sólo espero que Sophie venga acompañada de Adam. Y si es posible… traedme el cuerpo de Lax, mis hijos se merecen un entierro en tierra santa.
-       Lo siento señor, pero el cuerpo… se ha descompuesto por totalidad, no hay nada…
-       Está bien. Puedes irte. – le dijo, y D desapareció camino al castillo.
El Creador miró nuevamente a Jack y después abandonó los jardines para volver a sus aposentos.

***

Las horas debían seguir pasando, y ella se aburría allí encerrada. Quería ser libre, escapar y no volver, ir a por Jack y besarle apasionadamente, abrazarle hasta el fin de los días. Sin embargo, sólo sentía cansancio en cada centímetro de su cuerpo, las extremidades le pesaban, y el collar de oro le quemaba.
<<Katherine, Katherine – escuchó de pronto.
La voz le sonaba, ¿Claudia?
<<Katherine, Katherine, vengo en tu ayuda. – volvió a escuchar.
-       ¿Claudia? – preguntó.
<<Sí soy yo, pero no puedo aparecer, el maldito collar me mantiene alejada de ti.
-       ¿Mi collar?
<<Sí, por favor quítatelo.
Katherine agarró el collar y lo dejó sobre la cama.
De pronto sintió la presencia de Claudia, y unos segundos después se apareció frente a ella.
<<Llevaba días buscando la forma de comunicarme contigo, ese maldito collar no me dejaba aparecerme cerca de ti, es cómo un escudo contra toda energía celestial, está endemoniado.
-       No será eso. – comentó Katherine – Jack me lo regaló con todo su amor por mi cumple. Por cierto, no me felicitaste.
<< Ya lo sé, pero fue porque no pude, cómo ya te he dicho el maldito collar no me dejaba estar cerca de ti. Pero vayamos al grano, el Creador te mantiene prisionera, pero sólo quiero decirte una cosa, escúchame.
-       Dispara.
<< Confía en Adam, él viene a salvarte, tú sólo deja que el tiempo pase y las cosas sigan a delante.
-       ¿Ahora confías en él? – dijo ella.
<< No es que yo confíe en él, simplemente me ha demostrado que estaría dispuesto a hacer cualquier cosa por ti, cómo Jack, estaba equivocada lo sé, pero eso ahora no importa, tú simplemente síguele el royo al Creador y para la medianoche podrá estar de vuelta en casa.
-       Está bien.
<< Bien, ya te lo he dicho, ahora debo irme.
-       ¿Ya?
<< Alguien se acerca, ha llegado el momento. Tranquila que no te pasará nada, no lo permitiré. – aseguró, mientras su figura celestial se difuminaba en el aire hasta desaparecer por completo.
De pronto el pestillo de la puerta cedió y ésta se abrió.
Los dos guardias entraron en la estancia y se llevaron a Katherine de nuevo.
Pero en esta ocasión no la llevaron a los jardines de fuera, de hecho no salieron del palacio. Siguieron un pasillo muy extenso, hasta alcanzar dos grandes puertas que se abrieron a su llegada, y tras ellas se abría una sala enorme, de baldosas blancas que ordenaban el suelo, las paredes del fondo y las vigas que en dos filas recorrían la estancia hasta llegar al final. Una alfombra roja recorría a sus pies todo el largo de la sala, hasta alcanzar el trono del rey y una mesa de mármol que había justo enfrente, en ella yacían unos símbolos tallados.
Por toda la sala, había sillas en filas interminables, y todas ellas ocupadas por vampiros pálidos que vieron llegar a Katherine. No le quitaron el ojo de encima en ningún momento.
Los guardias la llevaron hasta el trono del rey, donde esperaba pacientemente, con rostro relajado el Creador. Él se agachó ante ella y le besó la mano, acto que ella repudió.
Entonces, el Creador empezó a hablar.
-       Hijos míos, hoy es una noche especial, la luna llena se alza reinante en el cielo estrellado y yo, pasaré a ser inmortal con la sangre de esta joven. Por supuesto, todos vosotros podréis degustar un poco del líquido rojo que corre en sus venas, pues sé que así lo deseáis. – todos los allí presentes escuchaban con atención. Posiblemente había más de cuatrocientas personas reunidas. Katherine quiso que Adam llegara ya. Fue entonces cuando reparó en la presencia de Jack, encarcelado en una jaula que tenía ruedas en cada esquina para poder moverse, sus extremidades atadas por cadenas que le quemaban la piel.
Él la contemplaba con un profundo dolor en su interior.
Entonces el Creador la posó en la mesa de mármol, ella no se resistió tal y cómo le había pedido Claudia que hiciera.
Las frías manos del viejo vampiro la tocaron en el cuello, y ella contempló cómo él agarraba una copa de oro con piedras preciosas incrustadas en ella, y una daga del mismo material y mismas características, entonces, de forma suave, colocó la daga a un lado de su cuello y la copa al final del otro extremo para que la sangre cayera en el interior.
Katherine sintió el afilado metal atravesar su piel, de forma delicada, pues al parecer el Creador no quería matarla.
Pero de pronto se detuvo. Ella abrió los ojos y lo miró a la cara, estaba raro, y entonces, contempló la flecha clavada en su pecho. Pronto eran dos las flechas que lo atravesaban, sus ojos lloraron de alegría, y pensó que aquella era su única oportunidad de escapar. Bajó de la mesa, en el mismo instante en el cual las puertas de la sala se abrían de un fuerte golpe, y todos los hijos del Creador acudían a dónde su padre para salvarle la vida.
Ada, entró en la estancia cargado con dos ballestas y en cada una, una nueva flecha que poder disparar, a su lado, Roxán, con un lanzallamas.
Y cerca de Katherine, D y Sophie aparecieron de la nada, rompieron l candado que mantenía a Jack encarcelado y Katherine se acercó, ella fue quien le quitó las cadenas de encima para liberarlo del todo, pues los otros vampiros no podían.
-       Vámonos. – le dijo ella, dándole un fuerte abrazo.
De mientras Adam disparaba a los corazones de los vampiros enfurecidos que iban a por ellos.
Sophie le dio un lanzallamas a D y él se unió a Adam. Roxán se encargó de sacar del palacio a Jack y Katherine, rociando con el fuego a todo vampiro que se les aproximara.
El frío del exterior los arropó, Jack casi no podía andar, Roxán cargaba con él, mientras intentaban ir lo más rápido.
-       Hemos traído vuestra furgoneta – le dijo a él. – ahora nosotros debemos avisar  a mi amiga de que entre en acción.
-       ¿Amiga? – dijo Jack, sin entender.
-       Kayla, ella que es bruja podrá sellar a todos los vampiros en el palacio para que no salgan.
En esos mismos momentos el fuego se comía todo en el interior, el humo negro salía a borbotones al exterior por las ventanas.
Estaban cerca de la verja que rodeaba los jardines y marca el final del territorio del Creador, cuando todos escucharon un profundo grito.
Adam, D y Sophie salían del palacio, todo se venía abajo, pero el Creador también pudo salir, a ellos tres de momento no les hizo nada, simplemente fue hasta Katherine, golpeó a Roxán y tiró a Jack, y la cogió a ella, la miró fijamente a los ojos y sus colmillos afloraron bajo su labio superior, fríos y cortantes. Los ojos del vampiro sólo trasmitían oscuridad.
Katherine temió por su vida durante un instante, y luego tropezó y cayó al suelo, pues el Creador la había soltado, ahora él se arrodillaba en el suelo, con las manos en la cabeza, gritando de dolor. Detrás de Katherine, una mujer muy bella le señalaba con la mano abierta, mirándolo solo a él.
-       Gracias Kayla – le dijo Roxán.
-       De nada, para algo he venido. – comentó ella.
Pero de pronto el Creador se levantó resistiendo el dolor,  y cogió a Kayla por un brazo haciéndole mucho daño.
-       Déjala – le amenazó Adam, apuntándole con una ballesta, la otra se le había debido de perder o algo.
Y antes de que nadie pudiese moverse D le clavó una estaca en la espalda al Creador. Y éste cayó al suelo, sin poder moverse.
Después Kayla se puso ante él y cerrando los ojos, provocó que su ropa se convirtiera en fuego, y lo consumieran hasta la muerte.
-       Nuestro trabajo aún no ha acabado – dijo Sophie – nos quedamos para encargarnos de todos los hijos del Creador.
-       Sí, nosotros nos quedamos, vosotros iros, adiós – se despidió D – gracias por toda vuestra ayuda.
Adam junto con Roxán, metieron a Jack en la furgoneta y se subieron con él. Kayla los siguió, sólo faltaba Katherine.
-       Gracias a vosotros – les dijo ella para despedirse.
Katherine subió a la furgoneta y ésta arrancó con Adam al volante.
Nada más cerrar la puerta por la que había entrado, abrazó a Jack profundamente y se mantuvo así durante todo el trayecto.

Capítulo. 11

Encuentro y Despedida

Roxán junto con Kayla fueron las primeras en bajar del coche. Katherine por su lado no sabía qué hacer, quería estar junto a Jack, el pobre estaba destrozado, sin embargo, también sentía que debía ir a casa de su tía Ulalia y comprobar si Laura había vuelto, y aunque luego se sintiese egoísta eligió quedarse con Jack.
-       No hace falta que… - intentó negarse él.
-       Ni te molestes – le cortó ella, - voy a quedarme contigo, te encuentras mal por mucho que digas lo contrario.
Al fin llegaron a casa. Bajaron y entre Adam y ella llevaron a Jack hasta su cuarto.
Después él los dejó solos.
-       Roxán me ha dicho que puede darnos sangre, voy a ver – les dijo Adam.
-       ¿No has podido conseguir que el Chispas te diese un poco? – le preguntó Jack.
-       El Creador ha debido de estar allí, estaban todos muertos.
-       ¿Muertos? – quiso saber Katherine que no sabía de qué hablaban.
-       Sí, bueno me voy a por sangre – terminó Adam, bajando ya por las escaleras.
Katherine se sentó junto a Jack en la cama. Y de improvisto, él la cogió con fuerza y la tumbó, dejando que su cabeza reposara en su brazo. A continuación le dio un sonoro beso en la mejilla. Y le susurró al oído.
-       Te quiero, cabezona.
Ella giró la cabeza de modo que pudiera mirarle a los ojos.
-       Jack, yo… yo quiero servirte, serte de ayuda. Te quiero, te quiero con toda mi alma, y es por eso que quiero entregarme a ti, no sé si me dolerá o no, pero si mi sangre es lo que necesitas, dejaré que…
-       No lo digas. – negó el con la cabeza.
-       ¡Pues hazlo y no tendré por qué decirlo! – le reprochó ella, posando sus manos en su rostro.
-       No quiero usarte cómo un simple alimento, Kath, para mí eres mucho más que eso, eres lo que más quiero en la vida, eres mi única razón para seguir aquí ahora viviendo.
Ella se quedó en silencio, sus palabras se repetían una y otra vez en su cabeza, le miró a los ojos y le dijo:
-       Simplemente hazlo. Quiero que sea ahora cuando me tomes, quiero que seas tú y no cualquier otro.
Jack dudó profundamente, pero finalmente dejó que sus colmillos afloraran bajo su labio superior.
Le agarró de la nuca, y con la mano que le quedaba libre le echó el pelo hacia atrás.
Después le dio un  suave beso en el cuello que le proporcionó un pequeño cosquilleo, y finalmente los dientes perforaron la piel.
Al principio las dos pequeñas incisiones le proporcionaron un dolor punzante que se fue difuminando hasta desaparecer.
Jack sintió como la sangre con un sabor distinguido que nunca había saboreado en ninguna otra persona, surcaba entre sus dientes, hasta bajar por su garganta, inmediatamente sintió cómo recuperaba sus fuerzas, y la herida de la tripa se curaba al instante.
Katherine no pudo evitar gemir al sentir la sensación se placer que transmitía esas dos punzadas a todo su cuerpo, cómo pequeñas corrientes de electricidad le erizaron el bello del cuerpo hasta más no poder.
Jack vio cómo sus sentidos se agudizaban, y tentado por la posibilidad de que nunca más probara esa misma sangre, mordió más fuerte, sintiendo como sus colmillos hondaban poco a poco, y el líquido rojo le proporcionaba una sensación indescifrable.
El tiempo pasaba y pasaba, y ninguno se despegaba, hasta que Jack sintió que debía parar, dejarlo ya, sus instintos intentaron evitarlo, pero supo controlarse y separarse.
Katherine exhaló todo el aire que había contenido hasta ese momento en sus pulmones. En unos pocos segundos las dos heridas desaparecieron como por arte de magia, ahora se sentía cansada, pero feliz, mejor que nunca, el sueño acudía a ella y se quedó dormida antes de poder contar hasta tres.

***

Los rayos del sol que se adentraban a la habitación por la persiana la despertaron. Sintió cómo que tenía frío, se giró para comprobar el por qué. Jack no estaba debía de haberse levantado, eso significaba que se encontraba mejor.
Al volver a girarse para levantarse, notó un brillo, y no tardó en localizarlo, el interior de uno de los libros que poseía Jack emanaba una luz especial, color celestial, era un tanto extraño.
Katherine se acercó al libro y fue entonces cuando escuchó una voz que se dirigía a ella.
-       ¿Ya te has despertado dormilona? – Jack debía estar en la planta de abajo.
Miró de nuevo el libro y se prometió que después le dedicaría un poco de tiempo.
Bajó por las escaleras, y contempló cómo Jack, sin camiseta manejaba con maestría una sartén en la que se hacía en ese momento una tortilla con jamón.
-       Huele de maravilla – comentó ella, y cuando se disponía a bajar el último escalón, se tropezó de alguna forma que no logró entender, pero antes de que se cayera al suelo, consiguió aferrarse a la barandilla de la escalera, de modo que sólo sintió un dolor horroroso en el hombro.
Jack fue a preguntarle si se encontraba bien, que sólo por la cara que estaba poniendo de molestia supo que la respuesta no iba a ser –sí-.
Sin que ella se lo esperase la cogió en brazos y la llevó hasta el sofá. Después le tendió un plato con una tortilla que olía de maravilla y un trozo de pan que podía untar en un café recién hecho.
-       No sabía que supieras cocinar. – comentó ella.
-       Ni yo – bromeó él.
-       ¿Te encuentras mejor? – le preguntó.
-       Estoy mejor que nunca.
Katherine contempló el torso desnudo de Jack y se lamió el labio inferior.
-       Apropósito, ¿dónde se encuentra Adam? – quiso saber, pues no lo veía desde la pasada noche.
-       Ha dicho no sé qué de buscar a Laura, y que iba a casa de tu tía. No sé de qué hablaba.
-       ¡Es verdad! Ya ha debido de empezar la búsqueda, han pasado más de cuarenta y ocho horas.
-       ¿Pero qué sucede? – le preguntó él.
-       Mi prima desapareció y al parecer aún no ha vuelto. Lleva dos días sin pisar su casa.
-       Desayuna y si quieres nos sumamos a la búsqueda, así la encontraremos antes. Seguro que no anda muy lejos. – afirmó Jack, sentándose a su lado para disfrutar del desayuno que había preparado.

***

Media hora después llegaban a casa de Ulalia, la puerta estaba abierta de par en par, y en su interior un policía le hacía preguntas a la tía de Katherine, mientras ella desesperada se mordía las uñas, claramente preocupada.
Adam contemplaba la escena, pensativo, reparó de inmediato en Jack y Katherine cuando llegaron.
-       ¿Hay noticias? – preguntó ella.
-       No – negó él, se sentía culpable por todo lo que estaba sucediendo. – al parecer todo el equipo policial está buscando a Laura por el pueblo y los alrededores. Pero de momento no la han encontrado. No se sabe nada de ella.
-       Katherine – dijo Ulalia al ver a su sobrina, se levantó del sofá y la rodeó con los brazos fuertemente. – No saben nada, y ya ha pasado mucho tiempo… - la voz de su tía estaba desgarrada, rota por el dolor, las lágrimas caían por su rostro.
-       Yo me uno a la búsqueda, ¿por dónde empiezo? – preguntó, dirigiéndose al policía que había estado haciéndole preguntas a Ulalia.
-       Bien, cuantos más seamos mejor. – el policía sacó un mapa de todo Santiago y lo contempló.
-       Podéis ir al bosque, allí no hay nadie buscando, me refiero a la parte este, la más alejada de la playa.
-       Bien, ahí vamos. – aseguró ella. Jack la acompañó, no antes sin que Katherine se despidiera de su tía. Y le dijera; - la vamos a encontrar, ya lo verás. – Sus ojos debieron brillar con fulgor porque Ulalia pareció recuperar un poco de la esperanza que había perdido en las últimas horas.
Salieron de la casa, cogieron el coche y se dirigieron rumbo al bosque.


Anduvieron con el auto hasta lo máximo que pudieron, uno de los policías les había entregado un mapa de la zona a cada uno, y una brújula para que no se perdieran.
Se adentraron en el bosque poco a poco, hasta que alcanzaron un lugar que se dividía en dos caminos.
-       Ahora nos separaremos, si cualquiera de los dos encuentra a Laura gritaremos de modo que podamos encontrarnos, ¿vale? – le dijo Katherine.
-       ¿Seguro que quieres…?
-       Sí, estoy completamente segura. Hasta luego. – Katherine se metió en el camino de la derecha, que a los doscientos metros se hacía pendiente.
Al rato perdió de vista a Jack, ya estaban lejos el uno del otro, ahora no estaba segura de que con gritar pudieran comunicarse. No les hubiera venido mal unos trasmisores o algo así.
Más tarde, cuando ya empezaba a sentirse perdida sintió una presencia, pero no se asustó, pues la reconoció al instante.
Se trataba de Claudia.
-       Katherine, tú no tendrías por qué estar buscando a nadie de esta forma. – le dijo, pausadamente.
-       ¿Qué quieres decir con eso? – le preguntó ella.
-       Pues que eres bruja, aún no sabes controlar tus poderes pero podrías usarlos para encontrar a tu prima.
-       ¿Cómo? – quiso saber ella.
-       Primero, estate quieta. – ella la obedeció. – ahora tienes que cerrar los ojos y concéntrate.
-       Bien – asintió ella. – ¿y ahora?
-       Piensa en tu prima, en sus rasgos, la forma de su espíritu, en cosas que te han pasado con ella…
Katherine se introdujo en un pequeño trance, en la que la oscuridad la rodeaba por completo. Y tras un rato sin nada más a la vista, los colores empezaron a surgir.
Vio una casa, más bien parecía un caserón, de madera, antiguo, roto por el paso de los años, ahora sus poderes la condujeron a su interior, a una habitación en concreto, y tirada en el suelo vio a su prima, cómo si se hubiera desmayado. Por último escuchó un sonido, el de un riachuelo.
Pensó en gritar el nombre de Jack, pero no hizo falta, antes de que ella dijera nada él se encontraba delante suyo.
-       ¿Cómo? – intentó preguntar.
-       Simplemente lo he sentido. ¿Qué ha sucedido?
-       Creo que ya sé dónde está Laura, he tenido como una visión.
-       ¿Y qué has visto en ella?
-       Una casa abandonada, de madera, y el sonido de un río…
-       Creo que ya sé dónde puede estar. – le dijo él.
-       ¿Dónde?
-       Allí – y le señaló una casa abandonada perdida entre un millar de árboles en medio del bosque, y con un río que pasaba muy cerca de allí. – vamos.


Corrieron, hasta llegar a la puerta de la casa abandonada, y por cada lugar al que miraba, Katherine estaba más segura de que era ese el lugar.
Jack abrió la puerta, y entraron dentro, había telarañas por todas partes, Katherine se deslizó por el interior hasta una habitación, y allí fue donde encontró a su prima. Tirada en el suelo, tal y cómo la había visto hacía unos minutos.
Jack la cogió en brazos, y salieron de allí.
-       Ahora volvamos a casa de Ulalia y que la policía diga qué es lo que hay que hacer con ella.
-       ¿Pero está viva? – preguntó Katherine, viendo cómo Jack salía de la casa, entonces, ella sintió algo, una fuerte opresión en el pecho, cómo si se estuviera ahogando, pero se le pasó nada más puso un pie fuera de la casa.
-       ¿Te ocurre algo? – le preguntó Jack, preocupado.
-       Sí, no ha sido nada, sólo estoy un poco cansada.
-       Bien, entonces, volvamos al coche.

***

Ulalia se echó a llorar cuando vio que su hija estaba sana y salva. Jack la dejó la subió hasta su cuarto y la tendió en su cama. Los policías llamaron al médico para que éste comprobara el estado de salud de Laura.
Y entonces el policía jefe empezó a hacer preguntas de dónde la habían encontrado, Jack fue el que se inventó un poco la historia y se saltó el momento que había vivido Katherine, simplemente dijo que llegaron hasta la casa, entraron y por casualidad se la encontraron allí. Así dicho sonaba estúpido, pero mejor contar eso que la verdad.
El médico llegó poco tiempo después, para entonces, Katherine ya se había bañado y cambiado de ropa, hablado con su tía, y vuelto a vestir para complacer la única cosa que le había pedido Jack; que pasara con él el resto del día.
El médico determinó que Laura no tenía (al parecer) ningún problema físico, ahora debían esperar que despertase, y después, llevarla a la consulta para que él autorizara ciertas pruebas por las que debería de pasar.
Ulalia se pasó lo que quedaba del día y toda la noche junto a su hija en la habitación, en silencio.
Katherine se despidió de Ulalia y cogió un bolso, y aunque no supo el por qué, metió el diario que le había regalado su tío Javier allí, y se lo llevó a casa de Jack, Adam que había llegado recientemente los acompañó hasta casa.
Katherine y Jack subieron al cuarto de éste, y se sentaron en la cama.
-       Todo ha acabado bien – comentó él, sonriente.
-       Sí, cómo debía de ser.
-       Ahora podremos estar siempre juntos, sin que nada ni nadie nos separe. – afirmó él. La rodeó con los brazos y le besó el cabello. – Te quiero.
Estuvieron casi toda la tarde en la cama, Jack se quedó dormido, y Katherine, sin saber qué hacer se levantó intentando no despertarlo y se sentó en el escritorio de él.
Apartó unos libros, abrió su bolso (que recuperó del suelo) y sacó el diario.
Y se puso a escribir:

Querido diario:

Hoy no, mejor dicho, todo este mes ha sido una locura, desde que llegué a Santiago no han dejado de sucederme cosas, algunas muy malas, pero otras tantas muy buenas. Cosas que no cambiaría por nada en el mundo, cómo el haber conocido a Jack, es tan especial… lo amo.
Pero tengo que ser sincera, el día de ayer y el anterior fueron horribles, me sentí hecha polvo, en menos de tres semanas, he encontrado el cuerpo de un amigo enterrado en el bosque, he vuelto a ver a mi amiga que había muerto hacía unos años, ahora se supone que es mi ángel guardián. He conocido a mi novio y a Adam, como ya te he dicho Jack es perfecto, el segundo en cambio… es un poco raro, ahora he empezado a conocerlo de verdad.
Ahora no voy a contarte todo lo que me ha sucedido, pues aún me quedan como dos meses más por pasar en este maravilloso pueblo. No me arrepiento de haber elegido pasar las vacaciones de verano aquí, es la primera buena opción que tomo en mi vida.
Por lo tanto voy a disfrutar al máximo.
Me voy a la cama, mi príncipe me espera dormido.

Katherine.

Al terminar de escribir dejó el bolígrafo sobre el escritorio, y volvió a guardar el diario en su bolso.
Se levantó de la silla para estirarse un poco antes de volver a la cama.  Y fue entonces cuando vio a Adam, estaba haciendo algo en el maletero de su coche. Quiso saber más, y decidió salir a fuera.
Adam se sorprendió al verla, y le preguntó:
-       ¿Qué haces aquí?
-       Nada, te he visto por la ventana, y quería hablar contigo.
-       Pues aprovecha porque me voy – le comunicó mientras cargaba una maleta en el auto.
-       ¿Cómo? – dijo ella incrédula. - ¿A dónde te vas?
-       Aún no lo sé, pero me voy. – cerró el maletero y se acercó a ella, con las manos metidas en los bolsillos del apretado pantalón vaquero color azul oscuro.
-       Pero… - Katherine no supo qué decir.
-       Adiós. Dile a Jack que no le molesto más, y pídele perdón a Laura de mi parte. Por favor, sé que le costará perdonarme, pero confío en que algún día lo haga. – Adam sacó su mano derecha del bolsillo y le rozó una mejilla con el dedo índice a Katherine.
Después le miró a los ojos, y sonrió.
Antes de que ella pudiera reaccionar le besó en los labios apasionadamente.
A continuación se separó y montó en el coche, para después arrancar el motor y salir del jardín de la casa, y encaminarse en la carretera.
Katherine vio cómo el coche de color azul clarito se perdía en la lejanía, aun sintiendo el calor del beso en sus labios. 

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