Sinopsis

Katherine se trasladará a Santiago, para pasar el verano en casa de sus tíos. Pero aquel lugar tan idílico no lo será tanto, enseguida su ángel protector entrará en acción, y le avisará continuamente que ese chico del que ella está enamorada, no es alguien de fiar.
¿Qué es lo que Jack esconderá?

domingo, 13 de marzo de 2011

Capítulo.8 Primera Parte

Ya os traigo la primera parte del octavo capítulo, espero que os guste, pero la segunda parte os va a dejar sin habla, XD
Además, quería deciros que acabo de hacer un blog para mi historia ALAS NEGRAS, la que publicaré no dentro de mucho, os dejo el enlace: http://alasnegrasioritzmoreno.blogspot.com/ pronto revelaré la portada, y demás cosas respecto al libro :)
Espero que disfrutéis del cap, besos!!!!!


Capítulo.8


Se le había olvidado cerrar las persianas antes de acostarse. Y ahora, los rayos del sol la alcanzaban con fuerza, pero lejos de desagradarle, la sumergían en un estado de bienestar y duermevela.
Bostezó mientras estiraba los brazos. Se miró al espejo cuando se dirigía a abrir la puerta. Estaba bien. Una sonrisa tonta permanecía imborrable en sus labios.
La inesperada sorpresa llegó cuando llegó a la cocina con intención de prepararse el desayuno.
-       ¡Felicidades! – gritaron Javier y Ulalia al unísono. La abrazaron y empezaron a tirarle de las orejas. Laura la contempló con indiferencia desde la silla en la que se encontraba, sentada, disfrutando de su café recién hecho.
-       ¿Por qué…? – preguntó Katherine.
-       No me digas que te has olvidado de tu cumpleaños – comentó Ulalia en un tono desenfadado.
Katherine se sonrojó.
-       No. – Mintió.
Y vio cómo su prima movía los labios sin llegar a decir nada. Seguramente en un intento de burla.
-       ¿Qué quieres que hagamos por tu día? – preguntó Ulalia, que estaba más emocionada que ella misma.
-       Ah… es que yo, no tenía nada pensado.
-       Está bien, ya me encargo yo de organizarlo todo – dijo Ulalia. – De pronto desayunaremos.
Media hora después, mientras Katherine veía a su tía moverse de un lado a otro, preparando la que sería la comida, escuchó como un coche aparcaba cerca de la casa. Y con una repentina ilusión, se levantó para abrir la puerta.
Era quien esperaba.
-       ¡Jack! – gritó, y se le lanzó a los brazos. Aún no se había dado cuenta, pero más tarde pasaría un poco de vergüenza, pues apenas iba vestida, y encima, no le había dicho nada a nadie sobre lo suyo con Jack. También era verdad que no había tenido tiempo. - ¿Qué haces aquí? – le preguntó, un tanto extrañada, no acertaba el motivo por el cual él podía estar allí en aquel preciso instante.
-       Quería felicitarte – le contestó muy sonriente – feliz cumpleaños Kath. – Y le tendió un profundo beso en los labios.
-       Yo… eh… ¿Cómo te has enterado de…?
-       ¿…De tu cumpleaños? – terminó por decir él. – Me lo chivó Ulaia hace cosa de una semana. ¿Te puedo dar mi regalo ya? – preguntó impaciente.
-       ¿Me has…? – sus ojos se llenaron de lágrimas - ¿…me has comprado algo? – dijo en un hilo de voz.
-       Si no quieres, da igual…
-       ¡No, lo quiero, lo quiero! – aulló ella, dando pequeños saltos, como un niño que protesta.
-       De acuerdo. En realidad no lo he comprado, es una herencia familiar, en concreto era de mi bisabuela, pero si no te gusta, te invitaré al parque de atracciones y…
-       ¡No, seguro que me gusta! – protestó.
Entonces, Jack sacó una pequeña caja, se la mostró a Katherine y la abrió. Ella quedó boquiabierta.
Se trataba de un collar de oro del cual colgaba un zafiro circular adornado con unas varillas metálicas muy finas que formaban siluetas sobre la piedra preciada.
-       Es precioso – dijo Katherine sin palabras que pudieran definir lo que sentía en aquel momento. Podría haberse echado a llorar sin parar. Pero no fue así, sonrió ampliamente y acompañó a Jack a entrar en casa.
Después se ofrecieron para ayudar a Ulalia a preparar la comida, pero ella se negó en redondo.
Subieron a la habitación de Katherine.
-       Jack, yo… - ella se sentó en el borde de la cama mirándole a él, que contemplaba la habitación con detenimiento, pues nunca había estado allí. – Me gustaría saber, si no te importa, algo más de ti.
Él se giró, y la miró a los ojos, sin inmutarse, pensativo.
-       ¿Quieres que te cuente como era mi vida antes de ser convertido? ¿O cómo me convertí en vampiro? – su voz era suave, relajada. Y tras un largo silencio se sentó a su lado, en la cama. – Está bien, ¿por dónde empiezo? – Jack miró la ventana, con la vista perdida en su pasado.
Suspiró.
-       Nací el once de enero del veintiuno. El nacimiento tuvo lugar en mi antigua casa, acompañado de mi padre y el cura del pueblo. Mi madre, María, que era como yo la llamaba cariñosamente, había dado a luz con anterioridad a dos niños más, ninguno sobrevivió al parto, por lo que se puede decir que yo fui la excepción que confirma la regla.
Crecí en un pequeño pueblo de apenas mil doscientas personas. Mi familia siempre fue muy pobre, mi padre era minero y se pasaba gran parte del día en la mina situada a unos kilómetros del pueblo. Yo, por mi parte, estudiaba de lunes a sábado con los curas, eso por las mañanas, por las tardes, ayudaba a mi madre en los quehaceres del hogar.
Mi padre era una persona muy ruda y caprichosa, una de sus reglas en aquella casa era que para cuando él llegara de trabajar hacia las siete de la tarde, tenía que estar hecha la cena. Pero no cenábamos todos juntos, para nada, él era el primero en saciar el hambre, y después mi madre y yo, con las sobras, cenábamos cerca de la improvisada chimenea situada en la habitación más grande de la casa.
A los doce años comencé a trabajar con mi padre en la mina, unas diez horas diarias, durante toda la semana.
Mi vida fue así hasta que cumplí los dieciocho.
Ese año, concretamente el ocho de diciembre del treinta y nueve, mi padre fue sorprendido por una dura enfermedad, un cáncer cerebral.
Los últimos meses, de su vida se había vuelto loco, tenía delirios, se desmayaba, su humor cambiaba… hasta el día que simplemente no pudo volver a levantarse de la cama.
El cáncer acabó con él en menos de dos semanas.
El día de su entierro, todo el pueblo asistió a darle el último pésame a mi madre y a mí.
Ella, quedó gravemente afectada después de todo aquello.
Yo tuve que trabajar más horas durante el día, para poder sacar algo de dinero que nos permitiera comer.
Desde aquel fatídico día de diciembre, todas las noches, sin excepciones, tenía que dormirme con el llanto de mi madre en la habitación contigua, durante horas. Hasta que le vencía el sueño.
Cinco meses después, y ya con treinta y nueve años más que cumplidos, mi madre cayó enferma por depresión, la muerte de mi padre, la llevaría, más tarde al mismo final.
Fue entonces, cuando tomé una decisión. Abandoné el pueblo y mi hogar de toda la vida, para deambular durante unos años de un lado a otro. Estuve en dos pueblos más, y en la capital, allí fue donde conocería Al Creador. Que es como lo llamo yo.
-       ¿Quién es El Creador? – le interrumpió Katherine.
-       Es mi creador. El que me convirtió en vampiro.
Se hizo el silencio. Y Jack siguió con su historia:
-       En la capital, me hice con un trabajo decente, me sacaba un poco de dinero descargando camiones que venían a la ciudad todos los días. Con ello podía alquilar una pequeña habitación en los barrios bajos. Solía pasarme todas las noches leyendo cerca de la ventana, sintiendo el calor del verano que alcanzaba mi habitación tras ella.
Todo fue muy bien hasta que un día perdí el empleo, y en consecuencia, también el piso en el que vivía.
Me vi en las calles durante casi una semana, hasta una muy calurosa noche de agosto. En la cual, yo me encontraba en la calle, sentado en una angosta y húmeda calle perdida entre dos casas colindantes, en los barrios bajos de la ciudad, fuera de toda alegría.
Entonces, un hombre se me acercó, en un principio pensé que quería pegarme, pero no fue así. Me miró a los ojos y me preguntó.
-       ¿Quieres morir?
No sabría decirte por qué, pero le contesté que sí. En ese momento no veía razón alguna por la que salir adelante. Así que me abandoné.
El hombre me llevó hasta una habitación del hotel más caro de la ciudad que tenía para su uso y disfrute.
Una vez allí me lo volvió a preguntar una vez más. Y cuando volví a asentir, no tan seguro como en la primera ocasión, se me echó encima, e hincó sus dientes en mi cuello.
Al principio sentí un dolor interminable, escalofriante, que se difuminó en unos segundos para convertirse en la sensación más agradable que he sentido nunca.
Mi vista se volvió borrosa, sentí los débiles pálpitos de mi corazón, hasta que me quedé completamente muerto. O eso creo. Pues desperté horas después, a la tarde siguiente.
Entonces, El Creador procedió a explicarme lo que había sucedido. Primero me desangró, y después, un par de horas más tarde desde que mi corazón había emitido su último latido, se cortó la muñeca, y la posó en mi boca, de modo que toda la sangre que él iba perdiendo, se introducía en mi organismo.
Así fue como me convertí.
-       ¿Y después? – preguntó Katherine.
-       Tuve que servir a ese hombre durante cincuenta años.
-       ¿Qué? – exclamó ella, confusa.
-       Sí, El Creador, es un vampiro de setecientos años, que va convirtiendo a un montón de personas, para después tratarlos como hijos-esclavos. Tuve que servirle y hacer todo lo que me decía, hasta que bueno, hace unos años, me escapé. Desde entonces, he vivido la vida lo máximo que he podido.
-       ¿Entonces… cuántos años tienes? – preguntó Katherine, arrugando el entrecejo.
-       Noventa años, cumplidos este mismo año. – Contestó él, secamente. – Pero olvidemos eso – dijo cambiando de tema. – Es tu cumpleaños, motivo de felicidad, así que vamos a divertirnos.
-       Pero, Jack… - él se había levantado, y ahora miraba por la ventana a la ciudad que se perdía a la lejanía. Se le acercó y poniéndose a su altura, le dio un beso que él más tarde le devolvió.
Justo entonces, Ulalia los llamaba desde la cocina. 

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