Sinopsis

Katherine se trasladará a Santiago, para pasar el verano en casa de sus tíos. Pero aquel lugar tan idílico no lo será tanto, enseguida su ángel protector entrará en acción, y le avisará continuamente que ese chico del que ella está enamorada, no es alguien de fiar.
¿Qué es lo que Jack esconderá?

viernes, 11 de marzo de 2011

Alas Negras: Prólogo

Os dejo el prólogo de mi anterior novela Alas Negras, la cual publicaré dentro de poco en la editorial online Bubok.
Espero que os guste!!!! Besos!!!!


 Prólogo

Premura


Ezequiel era el menor de tres hermanos, vivía en una modesta casa, a las afueras de la ciudad. Era un niño que se había criado sin madre, sin nadie que lo consolara cuándo se cayera al suelo y la sangre brotara de un leve arañazo, pero aunque leve, doloroso. En cambio, cada vez que se hería de alguna forma, su padre le había enseñado a tragarse los llantos, y guardar las lágrimas.
Su padre era la única persona de la que podía formarse y crecer como ser humano. Un padre que trabajaba ocho horas al día de lunes a viernes, y que mantenía a sus hijos cómo criados, pues él, el macho alfa de la manada no tenía que cocinar o hacer las camas, según él, eso era trabajo para mujeres, pues eso es para lo único que sirven.
Los sábados, Ernesto, su padre, salía con sus colegas a dar la vuelta al pueblo, visitando todos los bares de éste, y acabando con toda reserva de alcohol.
Pero eso no era lo peor, ni tener a su hermana Helena cómo chacha, o a su hermano Héctor cómo recadero. Lo peor de aquel hombre era el modo en el que llegaba los sábados por la noche, tras pasarse todo el santo día de fiesta.
Entraba en casa dando eses, gritando cómo un poseso insultando a sus hijos, ni que ellos tuvieran la culpa de su miserable existencia.
Desgranaban los primeros días de noviembre, era un sábado más, la única diferencia era que Ernesto se había tenido que quedar en casa por culpa de sus amigos, muchos estaban casados, y tenían que cumplir con las parientas, otros, debían salir a divertirse con los hijos, ¡maldita sea, ni que se hubiesen puesto de acuerdo para estar ocupados todos el mismo día!
Con lo cual, Ernesto se encontraba rabioso, iracundo. Se había apoderado del sillón, y junto a él, sobre una mesilla, descansaban la media docena de cervezas que se había trincado en poco más de una hora y media.
-     ¡Que alguien me traiga una maldita cerveza! – gritó, alzando la cabeza, echando la mirada hacia atrás, donde se situaba el pasillo. La vena azul de su cuello se hizo más visible de lo habitual, resultaba hasta repulsiva.
Al no obtener respuesta volvió a gritar.
-     ¿¡Qué coño hay que hacer en esta maldita casa para que le hagan caso a uno!?
Helena bajó rápidamente las escaleras que comunicaban los dos pisos que tenía la casa y corrió a la cocina.
-     Ya va…
Al abrir el frigorífico comprendió que no quedaban más cervezas.
-     No quedan, papá.
-     ¡Pues ve a comprarlas! – exclamó, clavó su mirada asesina en el cristal del televisor.
Helena subió las escaleras, camino al cuarto de sus dos hermanos, exclamando improperios referentes a su padre.
-     Yo no puedo ir – les explicó a los dos chicos que se divertían jugando a la consola, sentados en la cama del más pequeño, es decir, la de abajo -. Tengo que hacer una presentación para el curro.
-     Va, sigue haciendo lo que tengas que hacer, ya vamos éste y yo a por las cervezas – le contestó el mayor, parando la partida para poder mirar brevemente a su hermana, mientras revolvía el cabello del hermano.
-     Gracias…
-     ¡Mi cerveza! – exclamó el padre, con la saliva en la comisura de los labios, cómo si tuviese la rabia.
Helena desapareció tras cerrar la puerta del cuarto, dejando a los dos hermanos a solas.
-     Venga, renacuajo, espabila…
-     ¡Pero yo quiero seguir jugando!
-     Míralo de este modo, cuanto antes vayamos a comprar las cervezas del viejo antes podremos volver a casa para seguir jugando.
-     Está bien…
En menos de cinco minutos se cambiaron el pijama por ropa de calle y salieron a comprar las malditas cervezas.
-     ¿Por qué papá es así? – le preguntó Ezequiel a su hermano mayor.
-     Sabes qué desde que mamá murió como murió, él no ha vuelto a ser el mismo, se encuentra sólo, tarde o temprano se dará cuenta, y cambiará – dijo Héctor.
Ambos supieron que aquellas esperanzas o sueños nunca llegarían a cumplirse, era más probable que un rayo les cayera encima en aquel preciso instante antes de que su padre volviera a ser un hombre normal.
El invierno se encontraba a la vuelta de la esquina, y el tiempo comenzaba a hacer los cambios propios de la estación.
Los dos hermanos caminaron hasta un todo a cien que quedaba a tiro de piedra de casa.
Cruzaron varias calles, y al fin llegaron, entraron en el luminoso establecimiento. En poco menos de treinta metros cuadrados, el asiático que llevaba la tienda había formado tres pasillos repletos de comida y golosinas que poder comprar.
Héctor saludó al dependiente agachando la cabeza, y divisó el frigorífico que residía al fondo de la estancia.
Cogió a Ezequiel de la manga de su camiseta y lo arrastró hasta allí.
Abrieron la puerta, y el frío les atravesó la piel, cómo agujas.
Héctor agarró un pack de seis botellas de cristal de la cerveza que solía comprarle a su padre, y volvió al mostrador. Todo, bajo la mirada del asiático que se encontraba dando vueltas por la tienda, vigilando a todo el que entraba.
Era algo que llegaba a resultar incómodo.
Pagaron las cervezas y salieron del establecimiento.
Miraron al cielo, al ser sorprendidos por los copos de nieve que caían desde la oscuridad hacia el suelo.
-     Hace frío – comentó Ezequiel, resguardando sus manos en los bolsillos del pantalón.
-     Sí, es verdad – afirmó su hermano -. Ven, vamos a tomar un atajo para llegar antes a casa.
Ezequiel lo siguió por un callejón estrecho.
Sólo entonces se percató de que tres hombres que acababan de entrar en la tienda los miraban de manera no muy amistosa.
Caminaron por aquella estrecha calle, pero no pudieron, pues un muro lo impedía.
-     Vaya, parece que lo acaban de poner, por qué hace no mucho que vine por aquí. – Comentó el mayor.
-     Héctor… - Ezequiel intentó llamar la atención de su hermano, los hombres que les estaban mirando habían salido de la tienda y se dirigían hacia allí, aparentemente seguros de lo que hacían -. Unos hombres vienen hacia aquí.
-     ¡He tú, chaval! – gritó un hombre negro a su espalda.
Héctor se giró, y empujó a su hermano hacia un lado.
-     Escóndete – le susurró.
Ezequiel miró a los ojos de su hermano, indeciso, acto seguido reparó en los hombres que se acercaban hacia ellos, no sabía si aquello era lo correcto, pero estaba acongojado.
Ezequiel se ocultó tras un contenedor verde, o que en sus inicios había sido de aquel color, pues ahora era más bien negro, a causa de la suciedad.
Héctor desafió a los tres hombres con la mirada.
-     ¿¡Qué queréis!?
Los tres hombres iban vestidos con capas negras que sobrevolaban los tobillos de estos, a escasos centímetros del suelo.
-     A ti – dijo el que iba al mando.
-     Pues venid – les dijo Héctor, poniéndose en postura de combate.
Los tres hombres desaparecieron, o más bien fueron tan rápido que apenas se distinguió una sombra oscura.
Golpearon a Héctor, que a su vez intentó defenderse.
Pero aquellos hombres, que de sus espaldas salían alas negras cavernosas, lo dejaron cao.
Héctor cayó al suelo, y su camiseta azulada se empapó a causa de la lluvia que comenzó a caer en medio de la pelea.
Los tres hombres desaparecieron con premura.
Ezequiel salió de su escondrijo, temeroso, pues hacía segundos que no oía ni un solo ruido.
Su rostro dibujó horror al descubrir el cuerpo de su hermano yacente sobre el pavimento, sangrando por la oreja, y bajo un charco de sangre que se diluía cómo tinta a causa de la lluvia que cada vez caía con más violencia sobre él.
Ezequiel se tiró junto a su hermano, su rostro surcado por lágrimas que nunca parecían suficientes. Agarró la mano de él, y le llamó en un llanto.
No lo esperaba, pero Héctor abrió con dificultad los ojos, y mirándole, dijo sus últimas palabras.
-     Hermano, cuídate, por favor, cuídate cómo yo no he podido hacerlo. Te-te quiero.
-     ¡Héctor, Héctor! ¡No te mueras, no te muras, no puedes morirte, tú no! – la lluvia se había convertido en un aguacero.
El joven muchacho no tiró la toalla, no ¡aún no! Corrió hacia el todo a cien en el que acababan de estar, y sobresaltado, aun llorando, le explicó al dependiente todo lo que le había sucedido, pero este se hizo el sueco, negó con la cabeza, alzando las manos.
Ezequiel se mordió la lengua y salió a la calle, se topó con una mujer, que al oír su historia lo acompañó rápidamente al estrecho callejón.
Y al ver a Héctor tirado en el suelo, sangrando, la mujer sacó el teléfono móvil y llamó al 112.
Una ambulancia llegó en muy poco tiempo, de mientras la mujer intentó consolar a Ezequiel que estaba intranquilo.
Pero por mucho que los médicos lo intentaron, no se pudo hacer nada, Héctor ya había abandonado este mundo a la temprana edad de veinte años. 

4 comentarios:

  1. Hay Dios, ya estoy llorando mas o menos !! que tristee !! ajaja, pobre Ezequiel.

    ResponderEliminar
  2. Jajajaja, Night Girl, jejejeje la verdad que el principio es un poco triste, bueno, en realidad toda la novela es un poco así, jajajaja es broma!!
    jajajaja me alegro de que te haya gustado!!!!
    PD: ya está disponible en el blog oficial de ALAS NEGRAS el primer capítulo íntegro!!!
    Saludos!!!!

    ResponderEliminar
  3. loritz, me ha encantado excepto por un detalle, no quiero ser quisquillosa, pero me parece un detalle importante, a mitad de prologo, cuando los chicos salen de comprar las cervezas escribes que caian copos de nieve y luego, por arte de magia cae lluvia cuando hector muere.... Me ha gustado mucho en general pero creo que deberias de tener mas en cuenta esos pequeños detalles para que uno pueda meterse al 100% en la historia...Un saludo, cuidate y suerte! Besos

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias anónimo, para nada, se agradece.Era algo que ya me han comentado, y por supuesto lo cambiaré, es verdad que choca un poco cuando lo lees, mil gracias, y besos!!!

    ResponderEliminar