Sinopsis

Katherine se trasladará a Santiago, para pasar el verano en casa de sus tíos. Pero aquel lugar tan idílico no lo será tanto, enseguida su ángel protector entrará en acción, y le avisará continuamente que ese chico del que ella está enamorada, no es alguien de fiar.
¿Qué es lo que Jack esconderá?

lunes, 17 de enero de 2011

Capítulo Primero - primera parte

Tentación

Ioritz Moreno Mintegui



Capítulo.1


Katherine. Escuchó que le susurraban al oído. Y lo primero que vio, fueron las pupilas resplandecientes de añoranza de su hermano, con aquel color a tostada. A continuación se dirigió hacia la ventana y descorrió las cortinas. Y dejó que la brisa de la primavera entrara a su habitación.
-       Mamá me ha dicho que te despertase. Está histérica, ya sabes cómo se pone antes de cualquier cambio. Te dejo para que te puedas vestir, nos vemos en el desayuno.
Katherine vio languidecer la figura de su hermano por las escaleras que conducían al primer piso. El olor a café se esparcía por el aire, impregnándolo todo. Podría haberse cambiado el pijama por alguna ropa, pero no le importaba presentarse así en la cocina. Tampoco sería la primera vez que lo hacía. Fue al baño a lavarse la cara.
Nada más entrar por la puerta, su madre la miró fijamente, desafiándola.
-       Antes de que digas nada – se apresuró a comentar Katherine.  – Tengo tiempo para prepararlo todo, así que por favor te lo pido, déjame disfrutar de mi último desayuno cómodamente.
Estrella se sentó a la mesa, dejando sobre ésta un surtido de magdalenas y diversa bollaría que hicieron las delicias de toda la familia.
-       Está bien. Porque es el último día… Pero en cuanto termines de desayunar, te pondrás algo bonito y recogerás tu cuarto. Hay que hacer las maletas. ¿De acuerdo?
Katherine ni siquiera asintió, se limitó a saborear una palmera de chocolate que previamente había introducido en su taza de café.
Su hermano, Pablo, de apenas doce años, comentó con su padre los resultados del partido de fútbol que habían visto la noche pasada. Estrella iba dictando en voz alta, a toda la familia, cómo iba a ser el día (o como lo había planificado ella).
Estrella era, en palabras mayores, la madre perfecta. O eso era lo que opinaban casi todos la que la conocían. Lo que, desde los ojos de sus hijos le quedaba muy grande. Por supuesto la querían y la adoraban, aunque en muchas ocasiones sus intenciones llegaran a ser pretenciosas y excesivas. Estrella era una mujer ordenada, elegante. Vestía siempre lo mejor que podía pues con el cuerpo delgado y largo que tenía todo le sentaba bien. Los años parecían no surtir efecto en ella. Las arrugas solamente acudían a ella cuando sonreía.

Katherine volvió a su cuarto tras acabar el desayuno. Con la voz aguda de su madre a su espalda ordenándole que hiciera mil y una cosas. Contempló el vaivén de las cortinas, y recorrió la estancia con la mirada. Había pasado tanto tiempo entre aquellas cuatro paredes. Era una despedida definitiva. Ahora iba a pasar el verano en casa de su tía, pero al acabar el verano, no regresaría allí, sus padres habían mandado construir una casa con vistas al Mediterráneo, y se mudaría allí inmediatamente.
Se agachó para recoger una pelota de color roja. Y su mente se trasladó al pasado, cuando no tenía más de ocho años, y hacía botar aquella pelota por toda la casa, y especialmente por el jardín, jugando con su perro Calla. No pudo evitar que sus labios insinuaran una sonrisa en sus labios. Sí, era una opción que su mente se abriera en aquel momento para hacerle recordar el fatídico día en que cuando Calla cruzaba la calle para atrapar aquella pelota que se le había escapado, un coche lo atropellara violentamente. El sonido del frenazo sobre el asfalto llegó a sus oídos como si de un eco se tratara. Katherine agitó la cabeza, y contempló la cruz que descansaba en el jardín. Una que se molestaba en cambiar cada vez que fuera necesario, pues estaba hecha con dos pequeñas ramas.
Siempre recordaría los buenos momentos junto a su perro Calla, pero creyó oportuno, ya que su vida iba a pegar un giro de trescientos sesenta grados, enterrar los malos recuerdos. Dejó la pelota sobre la mesilla junto a su cama, ya se ocuparía de encontrarle un lugar mejor que ese cuando hubiese ordenado y preparado todo lo que debiera llevarse.
Antes de que pudiera darse cuenta, ya era la hora de comer. Su madre la llamó, he inmediatamente, cerró una de las tantas maletas que había llenado ya y que ahora descansaban en el suelo bajo la ventana, y a continuación se dirigió a la cocina.
Eran las once y diez minutos cuando terminó de empaquetar todo. Katherine se dejó caer sobre el colchón y repasó la vacía habitación. Habían quedado diferentes tonalidades en la pared al quitar los pósteres. Los muebles se presentaban sosos y sin vida, como todo lo demás en general.
Estrella la llamó. Supo instantáneamente que era la hora. Agarró una foto enmarcada en la que figuraban todos los “miembros” de la familia. Desde su padre hasta su perro. Era como un mosaico que se había permitido hacer con el ordenador. Y francamente, no le había quedado mal. Arrastró las maletas todo lo que pudo, que no fue mucho. Pues sus fuerzas le alcanzaron para hacer que las maletas llegaran al principio de las escaleras. Necesitó la ayuda de su padre y su hermano, que las trasladaron hasta el coche entre quejidos y un juego que se inventó Pablo que consistía en adivinar el contenido de éstas.
Katherine se apresuró a acercarse a la tumba de Calla, y tras hacer un pequeño agujero en la tierra junto a la cruz, enterró la pelota roja.
Unas lágrimas casi resbalaron de su rostro.
-       Katherine – le llamó su madre, desde el asiento delantero del coche que descansaba aparcado frente a la casa.
Corrió hacia el coche, y al cerrar la puerta trasera el auto arrancó. No tardaron en llegar a la estación de trenes. El viaje fue tranquilo, pues a aquellas horas la cantidad de coches que circulaban por las calles era escueta.
No fue hasta las doce menos cuarto, cuando Katherine no pudo controlar nos nervios, y causa de ellos, tuvo que andar de un lado a otro.
-       Hija, toma. – Su madre le tendió una pequeña mochila de color azul.
-       ¿Qué es esto? – preguntó ella.
-       Hay batidos de frutas, un bizcocho, una botella de agua y unas cositas más que te he preparado para el camino.
-       Gracias mamá, pero no hacía falta.
-       Claro que sí, es un viaje de unas cinco horas, necesitarás comer algo.
Se miraron a los ojos y no hubo nada más que decir.
El pitido del tren se asomaba a la lejanía. El momento se acercaba.
Pablo, y Alberto (su padre), se levantaron para despedirla. El segundo la achuchó en un fuerte abrazo, y el primero le estrechó la mano. Aunque Katherine no se pudo contener y le abrazó finalmente.
Los siguientes minutos, mientras Alberto se encargaba de que todas las maletas llegaran sanas y a salvo al tren, Estrella se despidió de su hija.
-       Nos veremos dentro de dos meses. Seguro que te lo pasas genial con tu tía y su hija Laura. Espero que no te olvides de llamarme de vez en cuando.
-       Claro mamá. Te llamaré en cuanto llegue – aquella fue una mentira a medias.
-       Venga, ve que si no el tren se va sin ti.
Alberto abrazó una última vez a su hija, y después la vio entrar al tren. A continuación, el tren se pudo en marcha, y a los segundos, pudieron contemplar como Katherine se despedía de ellos con la mano.
Su figura de perdió en la distancia, adentrándose de lleno en las montañas.
Katherine exhaló todo el aire que habían contenido sus pulmones hasta aquel momento. Sacó el billete del bolsillo de su pantalón, y por el número de su asiento, supo guiarse por el andén hasta encontrarlo. Se quitó la mochila azul que le había entregado su madre minutos antes, y se sentó, mirando fugazmente el exterior a través de la ventana. Abrió la mochila y cotilleó todo lo que contenía, efectivamente su madre le había metido todo lo que le había mencionado antes, además de una chaqueta con la cual refugiarse. Ella había sido prudente, a Katherine, en cambio, se le había olvidado meter en su equipaje cualquier cosa que fuera de manga larga o que le permitiera protegerse del frío.
Abrió el zumo de naranja y se lo bebió enseguida.
El sueño no tardó en llegar. 

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