Sinopsis

Katherine se trasladará a Santiago, para pasar el verano en casa de sus tíos. Pero aquel lugar tan idílico no lo será tanto, enseguida su ángel protector entrará en acción, y le avisará continuamente que ese chico del que ella está enamorada, no es alguien de fiar.
¿Qué es lo que Jack esconderá?

sábado, 22 de enero de 2011

Capítulo.2 Primera Parte

Hola a todos!!!!! os traigo la primera parte del segundo capítulo, como veréis al leerlo las tramas ya empiezan a cobrar vida, espero que os guste, y ¡ah! quería daros las gracias a los que me seguís. Muchas gracias!!! Besos!!!

 Capítulo.2


El día siguiente amaneció encapotado. Y Katherine vio desvanecerse sus ilusiones de recorrer el pueblo. A consecuencia de haberse pasado prácticamente todo el día anterior en la cama, durmiendo. Fue de las primeras personas en despertarse. No la primera.
Javier disfrutaba de un zumo de naranja que él mismo se había exprimido. Ahora comprendía el ruido que la había despertado.
-       Buenos días. – Le saludó él. - ¿No te habré despertado, no? – preguntó al ver que Katherine miraba la exprimidora.
-       No, que va. Javier, quería pedirte perdón por lo de ayer.
-       ¡No pasa nada! Me llevé un buen susto, pero Ulalia me llamó ayer por la noche para contarme que te habías despertado. En vez de pensar en mí tendrías que pensar en ti. ¿El desmayo de ayer fue el primero o has tenido más?
-       No, eh… - Katherine pensó lo más rápido que pudo – creo que como estuve sin comer tanto tiempo, y no había dormido bien, pues… Me desmayé.
-       Espero que sea así. No dudes en, si alguna vez te sientes mal contárnoslo, me da igual si es a mí o a tu tía, no te quedes callada, ¿bien?
Asintió con la cabeza.
-       Me tengo que ir – dijo, mientras se levantaba y dejaba el plato y el vaso sucios en la fregadera. – Estoy cerrando un trato importante, puede que gane más dinero y más comodidad en el trabajo. Adiós.
Katherine vio subir a su tío en su coche propio y perderse entre otros autos que conducían camino a la ciudad.
De pronto alguien tocó el timbre. Katherine se quedó bloqueada un instante, pero cuando ya se disponía a abrir la puerta principal de la casa, apareció Laura, bajando corriendo hacia la puerta y diciendo:
-       ¡Es para mí, es mi chico!
Se quedó quieta unos segundos ante la puerta cerrada, aspiró aire, y finalmente abrió.
-       Hola, Laura. Vengo a traeros el recado que vino tu madre a pedir ayer a la tienda.
-       Ah, sí.  Adam cariño, espera un segundo. ¡Mamá, el recado! Es que está dormida, ya ves, cosa de la edad… - Adam esbozó una sonrisa irresistible.
-       ¡Que te he oído! – gritó Ulalia, bajando las escaleras. – Hola, Adam, no hacía falta que vinieras tan pronto.
-       No pasa nada, señora, así me levanto antes y aprovecho a hacer más cosas durante el día.
-       No me llames señora, que me haces sentir vieja... – en aquel momento Laura masculló:
<<Pues lo que eres>>
-       Así me gusta, que los chicos jóvenes como tú aprovechéis. Que luego… ¿Cuánto es, cariño?
-       Seis euros y cincuenta céntimos.
-       Bien – Ulalia se puso a rebuscar en la cartera que se acababa de sacar del bolsillo. - ¿Así, bien? – preguntó al tenderle el dinero a Adam. Él lo conto y asintió.
-       Adiós, señora. ¡Ah, por cierto! – se giró repentinamente cuando ya se iba. – Mi padre les invita mañana por la noche a una barbacoa. A las ocho de la noche.
-       ¡Bien, dile que allí estaremos! – dijo Ulalia, mientras todas lo contemplaban marcharse montado en una bicicleta. Laura agitaba vívidamente la mano en señal de despedida.
-       Es tan guapo… - dijo en un suspiro cuando hubo cerrado la puerta y cada una se dirigía a hacer lo suyo.


-       ¿Les has invitado? – le preguntó Jack.
-       Claro,             Jack – contestó Adam.
-       Bien, mañana comenzará todo. – Asintió él, se deslizó hasta su cuarto, que se encontraba al fondo del pasillo, y poco después se escuchó un grito atronador que procedía de ahí.
Adam miró a su hermano. Extrañado.
-       Tiene un nuevo juguete – le comentó. - ¿Has conseguido la sangre?
-       Por supuesto, ¿por quién me tomas? – Adam sacó una botella de agua, llena de sangre. – Aún está calentita.
-       Hay que buscarse a alguien nuevo, la chica a quien se la sacas empieza a tener mal aspecto.
-       Esa chica, Laura, es más fuerte de lo que te crees, hermano. Aguantará más tiempo, además toda la comida que nos encargan y que hacemos especialmente para ellos contiene una generosa cantidad de vitaminas y sangre. Es imposible que se muera.
-       Me da igual, si papá se entera de que bebemos sangre de Laura…
-       ¿Nos matará? – le interrumpió. – Si no fuera por nosotros no sabría vivir. Recuerda que él no soporta mucho la luz solar. Y por favor, no lo llames papá. Das lástima.
-       ¡Lo llamaré como me dé la gana, y tú deberías seguir mi ejemplo. Hijo de puta! – Antes de que Jack pudiera moverse, Adam ya lo había agarrado del cuello, lo apresaba con fuerza, estampándolo contra la pared a unos diez centímetros del suelo.
-       ¡Ni… se te… ocurra hablarme así. Gilipollas!
Adam lo soltó, y Jack cayó al suelo, inmediatamente se llevó las manos a la garganta, con la prioridad de volver a tomar aire.
Cuando ya se había levantado, su hermano no estaba. Fue hasta la encimera y se sirvió la sangre que quedaba en la botella de agua en un vaso. Se la bebió y a continuación limpió el vaso un par de veces con mucho jabón y guardó la botella en la mochila que su hermano había dejado allí.
Se dirigió al cuarto de su padre, tocó dos veces la puerta, pero como nadie le contestó, decidió abrirla.
-       ¿Qué quieres? – preguntó Lusom.
Una mujer esbelta, yacía atada de pies y manos a la cama, con toda su ropa completamente ensangrentada. Dos hilillos de sangre recientes caían por su cuello.
-       ¿Vas a venir ahora, o más tarde? – preguntó Jack, acongojado. Tragó saliva.
-       Ahora… - espiró aire por la nariz -… estoy ocupado, iré más tarde. Tengo que alimentarme.
-       Vale, me encargaré yo de abrir la tienda. – Lusom volvió a hincar los dientes en la yugular de su víctima. La sangre brotó de la herida. Jack cerró la puerta, un hambre atroz se le había antojado al contemplar aquella escena.


Laura estaba nerviosa, había sacado toda su ropa del armario, la cual ahora se esparcía por toda la habitación, ocultando la cama por completo.
Katherine por su lado, apenas tenía un vestido, y no le gustaba, menos para aquella ocasión.
-       Puedo dejarte algo, aunque… - se detuvo para radiografiar a su prima de arriba abajo. – No sé yo si cabrás en alguno de mis vestidos.
Laura tenía un cuerpo perfecto, podría desfilar en una pasarela de moda si quisiera, ser una presentadora de televisión o actriz incluso una diva de la música. Esa noche se había arreglado el cabello de tal manera que su volumen se había multiplicado, tirabuzones negros caían a ambos lados de la cara, la sombra de ojos le daba un toque más salvaje a su mirada, y el pintalabios rojo sangre le venía que ni pintado.
-       ¡Este, es este! – Laura sacó del armario un precioso vestido azul difuminado que rozaba en la cola lo oscuro. Se quitó la camiseta y el pantalón sin tapujos ante su prima, y se lo puso. Los tirantes del vestido dejaban al descubierto completamente sus hombros. El canalillo era sugerente, y la espalda también se le veía.
-       Te queda perfecto, pero ¿estás segura de llevar ese vestido, no es muy exagerado para una barbacoa?
-       ¡Que no te enteras, primita! ¡Tengo que ganarme a Adam esta noche sí o sí, y este vestido me va ayudar mucho! – se deslizó hasta el cuarto de baño que tenía enfrente de la habitación, y mientras daba vueltas de inspeccionaba en el espejo. – Sí, por una vez tienes razón primita, estoy de muerte. Ahora hay que encontrarte algo. Déjame ver… - volvió al armario, y enseguida sacó un vestido, que aunque al lado del suyo quedaba ridiculizado, era mucho mejor que el que tenía Katherine. – Este igual te queda bien, pruébatelo. – Ella, al contrario que su prima, necesitaba intimidad, se acercó hasta el baño y se cambió de ropa.
Al salir, su prima la miró con detenimiento, la había estado esperando. Encendió la luz del pasillo, y asintió con la cabeza.
-       Pareces otra. Puede que incluso te entre algún tío. Ahora tendré que maquillarte, por qué… Das pena así.
-       Pensaba ir sin maquillar… - se sinceró ella.
-       ¿¡Estás loca!? ¿Cómo vas a ir sin maquillarte? ven, que voy hacer que ni el espíritu santo te reconozca cuando salgas de este cuarto de baño. – Laura agarró su gran estuche de maquillaje y arrastró a su prima al baño. Tardaron casi media hora en salir. 

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