Capítulo. 12
Reflejo Oculto
Habían sido tres meses estupendos que nunca olvidaría. Era por ello que no quería irse de Santiago. Sabía perfectamente lo que le había dicho a su madre semanas atrás:
- Quiero cambiar de aires mamá, sólo será este verano, y en cuanto llegue Septiembre cogeré un autobús que me lleve hasta Vera, te lo prometo.
Ahora, sin embargo, no quería cumplir lo dicho y quedarse en Santiago todo el tiempo del mundo para estar cerca de Jack.
El día en que le comunicó sus deseos a Estrella, ésta colgó la llamada para no decir nada de lo que pensaba. Los días siguientes Katherine siguió llamando a su madre, pero fue inútil, pues no le respondió ni una sola vez.
Pasada la primera semana, fue Estrella quien la llamó, y conteniendo el aire, mientras hablaba muy despacio, accedió a que su única hija se quedara en Santiago, pero con algunas condiciones, cómo Katherine esperaba.
La primera de ellas era que hiciese caso de su tía Ulalia en todo momento.
La segunda, que empezase a hacer algo, trabajar, estudiar… lo que fuera, porque ellos no le iban a poder enviar dinero.
En la tercera Estrella hizo prometer de verdad a su hija que al menos iría a verlos en navidad. Eso como mínimo, entando obligada a pasar en la nueva casa en la que vivía ahora su familia una semana.
Katherine asintió, pues conocía a su madre, y el simple hecho de que hubiese aceptado su petición era ya todo un milagro. Claro que si se paraba a pensar, ella ya había cumplido la mayoría de edad, y el hecho de tener que seguir pidiéndole permiso a su madre le parecía exagerado según cómo lo mirase.
Aquella noche la había pasado en casa de Jack, en su cama, mientras él la abrazaba contra su pecho desnudo. Era algo extraño, pues al estar dormido, el cuerpo de Jack se volvía más templado por tanto ella sentía la espalda fría, mientras el resto del cuerpo le ardía al sentir su respiración en la nuca, mientras el corazón le daba vuelcos al sentirlo tan cerca.
Las noches que se desvelaba, Katherine miraba el rostro calmado de Jack, sus labios carnosos bien alineados, le daban ganas de besarle.
Tras pasar la noche en su casa, puesto que no tenía nada que hacer al no haber encontrado trabajo aún, decidió desayunar tranquilamente viendo la televisión, para después andar hasta casa de su tía Ulalia.
Esa mañana el sol resplandecía fuertemente en el cielo, y el fuerte viento que hacía disimulaba los treinta y ocho grados que caían sobre el pueblo.
En ocasiones, Ulalia tenía la costumbre de dejar las puertas y las ventanas de su casa abiertas de par en par para que se airease. Por lo tanto, cuando Katherine llegó no tuvo que llamar al timbre, ni tampoco hizo uso de las copias de la llave que le había entregado su tía un par de meses antes para que pudiese entrar y salir cuando se le viniera en gana.
Al entrar en casa se topó con Ulalia en la cocina, ella la saludó feliz, mientras daba forma redonda a la carne picada que había pedido el día anterior.
- ¿Qué tal ha ido la noche? – le dijo ella, Katherine supo que esa pregunta no era propia de su tía, por lo tanto imaginó al instante que su madre, cotilla como ninguna otra habría llamado esa misma mañana o la noche pasada preguntando sobre ella, y su tía con toda su buena fe, le abría de contar que Katherine iba a pasar la noche en casa de su novio Jack.
La respuesta era lógica.
- Bien. He dormido de maravilla.
- Yo no, hemos pasado una noche un poco… - Ulalia buscaba un adjetivo que definiera a la perfección lo que quería expresar – complicada.
- ¿Ha vuelto a levantarse gritando o algo? – quiso saber su sobrina.
- Sí, últimamente le está pasando más a menudo, Katherine, estoy un poco preocupada, aún no sabemos cómo llegó hasta aquella casa abandonada. El psicólogo ha venido ya en cuatro ocasiones, y se ha pasado con ella en su cuarto más de una hora en casa sesión para no decir nada.
- Es probable que se siente presionada, o que simplemente quiera olvidar lo sucedido. Seguramente no quiera recordar.
- Lo sé, y lo comprendo, pero tampoco mejora, han pasado más de dos meses, y sigue casi igual, ahora sólo me mira cuando le llevo la comida o la cena. Pero no sé si es motivo de celebración, pues cada vez que entro en su habitación veo la tristeza en sus ojos, y me dan ganas de abrazarla y romper a llorar. Pero no se deja, no le gusta ni que la toquen, ya no sé qué hacer. – Ulalia dejó un cuchillo que había cogido para cortar el pan fuertemente sobre la encimera. – intento pasar el tiempo en otras cosas, ahora me quieren echar del trabajo, al menos tenemos a tu tío Javier que nos ayuda con la economía, porque si no, no tendríamos ni para comer. Encima, los médicos, y el psicólogo que tratan el caso de Laura son muy caros… - Katherine se acercó hasta su tía, que había bajado la cabeza, sentía la sensación que emanaba Ulalia, su espíritu se lo comunicaba, estaba destrozada, sin fuerzas.
La abrazó y le dijo al oído:
- Todo irá a mejor, ya verás.
Su tía se giró para mirarla a los ojos, y dibujar una sonrisa en sus labios, que por muy pequeña que fuese ya era algo, después le tocó el rostro brevemente.
- Eres un cielo cariño. ¿Te vas a quedar a comer? – le preguntó, volviendo a sus albóndigas y a coger el cuchillo para terminar de cortar la barra de pan.
- Sí, claro – contestó ella, entusiasmada, intentando levantar la conversación. – Tía, ¿me podrías dar algunas de tus fantásticas albóndigas para llevar en un tupper?
- Por supuesto cariño, ¿qué las quieres para cenar?
- No, son para que Jack las pruebe, cómo siempre le estoy diciendo que cocinas de maravilla y tal, pues se ha quedado con la ganas de probar lago tuyo.
- Pues yo encantada, luego te pongo unas a parte para que te las lleves ¿vale?
- Gracias tía.
- Y si quieres, algún día dile a Jack que se venga aquí a comer o cenar. – sugirió, parecía tener ganas de conocerle.
- Se lo comentaré, pero es que últimamente está bastante ocupado con su nuevo trabajo.
- ¿Es verdad eso de que es secretario del alcalde?
- Ajá, al parecer se le dan viene se tipo de trabajos, y bueno, lo aceptó porque desde que cerró la tienda…
- Son tiempos difíciles, me alegro por él, la comida no tardará en estar preparada, yo de momento, me voy a fuera que hace un magnífico día, y así leo un poco mientras tomo el sol ¿te apuntas?
- Sí, bueno, voy a mi cuarto un momento y ahora bajo.
- Vale, entonces te saco una tumbona. – Katherine salió de la cocina apresuradamente, - ¡ah, por cierto, te he dejado el periódico en tu escritorio, por si ves algún buen trabajo!
- Gracias tía. – Ulalia se limpió las manos en un momento cogió el libro que llevaba leyendo desde hacía una semana cuando tenía algún tiempo libre, el cual estaba a punto de acabar ya, y salió al jardín.
Katherine subió por las escaleras y se paró enfrente del cuarto de Laura. La puerta estaba abierta, y podía ver a su prima, sentada en la cama con las piernas cruzadas mientras miraba la tele, inmersa en su mundo.
De pronto se le cayó el mundo encima, se le había pasado por la cabeza en varias ocasiones el acercarse a su prima cualquier día y tocarla para poder ver lo que ella quería saber. Cómo había hecho con lo de Adam y descubrió lo que él le hacía, eso del control hipnótico.
Pero no se veía capaz, nunca lo era, temía el poder hacerle daño a su prima, y de momento, bastante mal ya estaba ella cómo para que encima empezara a hacerle recordar.
En realidad, aún nadie sabía si Laura recordaba lo sucedido los días que estuvo desaparecida. Aún y todo, lo que estaba claro eran las marcas con las que se encontró el doctor que la examinó dos meses atrás. Se trataban de grandes heridas que se esparcían por sus extremidades como arañazos. Según el doctor, sólo una vestía podría haberle hecho eso, pero de haber sido así ¿por qué no acabó con su vida?
Katherine había llegado a una conclusión, en aquella casa abandonada en la que encontraron a Laura pasaba algo raro, no sabía el qué, pero la sensación que tuvo aquel día al entrar, nunca la había sentido y eso que tenía malos ratos para enumerar.
***
Aprovechó la hora y media de la que disponía para comer yendo a donde Roxán. Al aparcar el coche y adentrarse en la calle, reconoció el establecimiento que habían asaltado hacía unos meses los esbirros del Creador. Ahora, la fachada dejaba ver las negras cicatrices que le dejaron las vivaces llamas. Desde entonces, el “bar” permanecía cerrado.
- Roxán – llamó Jack al entrar por la puerta, saludándola con la mano. La preciosa mujer de cabello rojo intenso y ojos azules giró la cabeza para reparar en él y mirarle de reojo. Después volvió a prestarle atención al hombre con el que estaba hablando antes de que el joven vampiro entrara en el establecimiento.
Pasados unos segundos, el hombre que vestía de traje se marchó, y ella fue hasta la barra, donde Jack la esperaba.
- ¿Quién era? – preguntó él.
- Es un chico que me está haciendo los presupuestos.
- ¿Para?
- He decidido volver a abrir este antro.
Jack sonrió abiertamente. Desde el ataque de los vampiros dos meses atrás, Roxán no había vuelto a abrir el lugar. Él sabía que el susto que se llevó ese día la había traumatizado. Podía sonar raro pues Roxán era una vampira con más de doscientos años a su espalda, pero el miedo no es una cualidad distintiva entre humanos y vampiros.
- Me alegra oír eso, te lo digo enserio. Me gustaba venir de vez en cuando aquí. Y ahora podré volver a mis hábitos.
- Quieto ahí. Lo del vampirismo ha terminado, nada de traficar con seres humanos, y mucho menos jugar con la vida. – Jack encontró un profundo sentimiento de culpabilidad en los ojos de su amiga.
- Estoy completamente de acuerdo en eso. Pero ¿qué vas a montar entonces?
- Será un bar, pero uno normal y corriente, por supuesto atenderé a todo tipo especies, ya sean humanos, vampiros o… perros callejeros. – Roxán había aprendido una gran lección en la vida, y se podía sentir a kilómetros de distancia.
- ¿Necesitas camareros? – consultó él.
- Sí, necesito a tres camareros, un cocinero y no sé… se supone que después de pintar este antro debería abrir para todo el mundo. Tengo que contratar a gente ya.
- Pues yo tengo a una candidata. No sé si ella querrá, pero está buscando un oficio. Me refiero a Katherine. – aclaró Jack, al ver el rostro inexpresivo de Roxán. - ¿podrías contratarla?
- Si sabe mantener el equilibrio llevando una bandeja en cada mano, por mí ningún problema, además, así podría tener más contacto con tu chica, que no la conozco muy bien.
- Está bien, voy ahora a decirle lo del trabajo y si le interesa te la traigo mañana a la mañana.
- Aquí te espero – le dijo ella, mientras cogía el teléfono móvil para hacer una llamada importante a unos grandes almacenes a los que había encargado unas mesas para el local.
***
Contempló el periódico sobre el escritorio de su cuarto. La ventana permanecía abierta, de modo que una pequeña brisa veraniega la envolvía. Katherine reparó en el espejo de cuerpo entero que acumulaba polvo en una esquina. No sabía el por qué, pero desde la primera vez que lo vio no le gustó. Entonces tomó una decisión, agarró el espejo a cuestas y comenzó a arrastrarlo fuera de la habitación. Sentía que no pintaba nada allí, sería mejor librarse de él. Un buen rato después consiguió dejar el pesado espejo frente a la puerta del sótano, el cual se situaba debajo de las escaleras, escondido a vistas imprudentes.
La puerta del sótano se abrió con un sonoro crujido, e inmediatamente el olor a humedad llegó hasta Katherine, que no pudo evitar dibujar una mueca de desagrado.
Pulsó el interruptor que encendió la débil luz que emitía la pequeña bombilla colgada de unos cables del techo.
Katherine descendió por unas viejas escaleras de madera que crujían bajo su peso mientras descendía a través de ellas hasta la infestada sala de muebles cubiertos por sábanas blancas. Dejó el espejo a un lado para poder cubrir sus inmediatas necesidades; cotillear.
Agarró una sábana con la mano y tiró de ella, a continuación una nube de polvo la cubrió, y cuando ésta cesó vislumbró un precioso armario de dos puertas con detalles pulcros en ellas, como si hubiesen sido tallados a mano.
Los recorrió suavemente con la yema de los dedos, sintiendo cada resquicio cómo una montaña de sentimientos que llenaban su cuerpo de corrientes eléctricas. Aquel mueble había contemplado momentos muy bonitos a lo largo de su historia. Lo sentía.
Dejó aquel mueble a un lado para adentrarse aún más en la estancia que la sorprendió al descubrir que era mayor de lo que se esperaba.
De pronto escuchó un estallido, la bombilla había explotado, aun cuando el susto permanecía inalterable en su cuerpo, la puerta se cerró, dejándola completamente a oscuras para después, mientras intentaba llegar hasta las escaleras que debían llevarla a la salida, tropezar con algún objeto y golpearse la cabeza fuertemente.
Sintió una fuerte presencia, fría e inalterable, que la rodeaba poco a poco, estrechando el cerco, hasta que consiguió introducirse en ella.
A continuación todo se quedó a oscuras, cómo en un cine antes de que comience a reproducirse la película.
Una escena luminosa se formó ante sus ojos cómo nube borrosa. Y vio cómo entraba al sótano de la casa una mujer de bella escultura acompañada por otro hombre, pero no consiguió verles los rostros, pues estaba situada a sus espaldas. Katherine los contempló cruzar la estancia que ahora permanecía limpia y libre de muebles pesados hasta alcanzar una vieja puerta situada en la pared, una que ella no había visto nunca antes, las imágenes se sucedían ante ella en una placa de colores oscuros, que no la dejaban ver a gusto. Los dos individuos atravesaron el portón, mientras de éste emergía una intensa luz que cegó a Katherine.
Al abrir los ojos, vio el rostro ensombrecido se Jack, con las pupilas dilatadas al tener entre sus manos un cargo de sangre roja que debía de tentarlo hasta puntos que ella no alcanzaba a imaginar.
- ¿Estás bien? – preguntó él, con un nudo en la garganta.
- Sí, me he tropezado y…
- Ulalia ya ha ido a llamar al médico.
- ¿Cómo has sabido que estaba aquí? – quiso saber ella – la puerta estaba cerrada y…
- Desde que bebí tu sangre puedo saber cuándo te encuentras en peligro, me encontraba en el coche de camino aquí cuando sentí que algo no iba cómo debía. – Jack la agarró en brazos y la sacó de la habitación para dejarla en el sofá de la sala, mientras ella, no podía dejar de mirar a la oscuridad que invadía el sótano. - ¿Qué es lo que te ha pasado?
- No lo sé, de repente, la bombilla explotó y la puerta se cerró y mientras buscaba la salida me tropecé. Luego… fue cómo si algo se metiera en mi cuerpo, y pude ver algo, como si fuera un recuerdo mío, pero es imposible porque se trataba de algo sucedido en esta casa, y en la escena no había ningún mueble en el sótano, y desde que yo vine aquí ése sótano ha permanecido infestado de muebles viejos. Era como si alguien me estuviera mostrando algo que quería que yo viese…
- ¿Pero qué fue lo que pudiste vislumbrar en la visión?
- Eran dos personas, un hombre y una mujer que entraban al sótano, no les logré ver los rostros en ningún momento, ya que me daban la espalda todo el rato. Las dos figuras se dirigían a una puerta situada en la pared que yo no he visto nunca, y se metían, y a continuación me he despertado.
- Qué raro. – comentó él.
- Sí, tal vez haya sido sólo una especie de ensoñación producida por mi cerebro tras el golpe. No tiene por qué ser nada… - pero Katherine estaba segura de que aquella visión era real, algo que un espíritu le quería mostrar para avisarle de algo que estaba por venir.
Capítulo. 13
La Dureza del Adiós
Jack cogió la chaqueta y le besó en la frente.
<<Nos vemos pronto – quería decir en aquel idioma con signos que ambos mantenían como diálogo para momentos comprometidos.
Y ella lo vio marchar rápidamente por la puerta, con el brillo en los ojos que se le instalaba en el alma cada vez que lo veía. Aquella era la mejor muestra del amor que tenía.
Katherine debía darse prisa, la pasada tarde le prometió a Jack que iría a hacer una entrevista junto a Roxán. Según él le había comunicado horas antes, su amiga se ofrecía (en el mejor de los casos) de ofrecerle un trabajo fijo, en otras palabras; lo que ella necesitaba. Una oportunidad.
Por supuesto no permitiría desaprovecharla, de modo que apuró el café que Jack le había preparado mientras ella dormitaba en su cama y salió a la calle.
Su teléfono móvil vibró justo en aquel momento.
<<Que te vaya bien en tu primera entrevista de trabajo – decía el mensaje que acababa de recibir por parte de su chico.
Katherine esbozó una sonrisa estúpida en los labios, y siguió su camino hacia la parada del autobús que la llevaría hasta el bar. Jack había intentado convencerla de que él podría dejarla en el bar, pero Katherine sabía perfectamente que él estaba ocupado aquella mañana, y cómo lo último que quería era molestarle, denegó su ayuda categóricamente.
Media hora más tarde ya se encontraba dentro del local. En el cual prevalecía un olor a pintura horroroso. Roxán vio llegar a Katherine desde la ventana de su despacho y bajó a recibirla.
- Hola – se dijeron ambas al unísono.
Un silencio incómodo se hizo notar en la estancia.
- Ven, vamos a mi despacho – le indicó Roxán. – Allí podremos hablar más cómodamente.
Y tenía razón desde allí podían conversar sin ser molestadas. Las ventanas permanecían abiertas, y la luz de la mañana se adentraba en la estancia.
- Yo creía que los vampiros no podíais tomar el sol… - comentó Katherine.
- Bueno, no es del todo así. Podemos soportarlo hasta cierto punto, es verdad que cuanto más viejo sea el vampiro más efecto le hace. Yo de momento puedo estar tranquilamente a la luz del sol durante todo el día si me alimento correctamente. Pero no estamos aquí para hablar de eso ¿verdad? – corrigió Roxán articulando una amplia sonrisa.
- Sí – asintió ella con la cabeza.
- ¿Crees que puedes trabajar de lunes a sábado unas siete horas como camarera, Katherine?
- Sí, claro. Yo no le veo ningún inconveniente.
- De acuerdo, respecto al saldo, serían mil euros mensuales ¿te parece bien?
- ¡Genial! – gritó ella de alegría. – Perdóname, no debí gritar así. Lo siento. Pero sí, estaría encantada de trabajar para ti ¿Qué tendría que hacer?
- Pues… servir a los clientes, llevar vasos y platos de aquí a allá… no sé lo normal. Y por supuesto, te tocaría encargarte después de cerrar el bar algún que otro día, pero nada más.
- Claro. Pues por mí, empezaría ya.
- Bueno, primero tengo que verte en acción. Pero si veo que no te tropiezas contigo misma… ya estás contratada.
Diez minutos después, Katherine salía del bar con una sonrisa dibujada en los labios, lo había logrado, ya tenía un salario garantizado todos los meses. Ahora debía volver a casa, tenía planeado hacerle a Jack unos macarrones con bechamel para chuparse los dedos, en forma de agradecimiento por su participación en todo aquel lio de buscar trabajo.
Ya había alcanzado la parada del autobús cuando sintió que alguien la miraba. Se giró en redondo para observar al Creador, que tenía la mirada fija en ella. Y antes de que pudiera pestañear un coche cruzó ante ella, cuando volvió a reparar en aquel lugar, al otro lado de la acera, no encontró a nadie.
No podía ser… Las piernas le comenzaron a temblar y se sentó en uno de los pequeñísimos asientos de los que disponía la parada. Y sin quitar la vista del otro lado de la acera, rememoró aquel momento. Le pareció ver al Creador, envuelto en unas ropas oscuras y largas, con el rostro lleno de cicatrices… Pero era imposible, esa bruja… de la cual no recordaba su nombre lo había matado… habían vencido al Creador meses atrás… estaba segura. ¿Entonces? ¿Había sido producto de su imaginación?
El autobús detuvo su trayecto durante unos segundos para permitir que se montara, Katherine llegó a su casa rato después sudorosa y con el cuerpo frío.
Lo primero que hizo fue meterse en la bañera llena de agua caliente. Y pasar allí todo el rato que se le vino en gana. Jack le había dado las llaves hacía tiempo, era tan bueno.
Rato después cuando el tiempo ya pesaba sobre ella y el agua caliente estaba dejando agua caliente, salió de la bañera para secarse con una toalla y bajar con ella puesta al piso de abajo dispuesta a hacer la bechamel.
- ¿Vas a poder venir a comer? – le preguntó a Jack cuando él descolgó la llamada.
- Sí, pero tardaré un poco más de lo previsto. Nos vemos luego. Te quiero.
Katherine dejó el teléfono sobre la encimera y empezó a sacar todo lo que iba a necesitar.
Y cuando ya estaba dándole vueltas a la leche con harina que había metido en la cazuela el timbre sonó.
- Maldita sea… - gruñó en voz baja. Dejó la cuchara de madera y corrió hasta la entrada, pero no abrió hasta saber de quién se trataba consultando previamente la mirilla.
- ¡Hola caza fantasmas! – gritó Jack al entrar en la estancia, sujetando a Katherine en un fuerte abrazo para a continuación elevarla unos centímetros en el aire.
- ¿Pero qué…? – musitó ella, incrédula. - ¿No habías dicho que…?
- Era mentira, la reunión ha terminado antes de lo previsto y he venido directo a verte a ti mi princesa. – Jack no la soltó ni por un instante, e intentó besarla repetidamente en los labios, pero ella se apartó, intentando no parecer bruta e impulsiva, para acudir a la cocina donde su bechamel hacía pitar al detector de humos.
- ¡Que se me quema la comida! – exclamó. Katherine tardó en lograr que el detector de humos terminara de pitar. Jack la observaba a un metro de distancia, con una sonrisa burlona dibujada en los labios.
- ¿Has conseguido que Roxán te contrate? – preguntó.
- Sí – asintió ella, dejando un trapo sobre la encimera tras secarse el sudor de la frente.
- ¿Se puede saber qué narices estabas intentando hacer? – siguió Jack, entre carcajadas, refiriéndose a la cazuela que aún expulsaba un poco de humo.
- Quería hacerte unos macarrones con bechamel – se confesó. – Es que… tú siempre me preparas algo cuando me quedo aquí, y por una vez quería ser yo quien te preparase algo. – Jack la rodeó con los brazos y le besó en la boca.
- No hace falta que hagas nada, aquí en mi reino, bueno, corrijo, nuestro reino, la princesa sólo tiene que preocuparse de ver que todo está en orden, yo me encargo de las tareas. – Le dijo suavemente, mientras se balanceaban con las piernas de un lado a otro y con las frentes juntas se miraban profundamente a los ojos.
- Prefiero cuando me llamas Caza Fantasmas – cortó ella, mientras se mordía el labio inferior. Ambos rompieron en carcajadas.
- Está bien, de ahora en adelante te llamaré Caza Fantasmas ¿qué te parece?
- Perfecto – dijo ella en un sonido casi inaudible. Sonrojados, se volvieron a besar. – Tengo que cambiarme, no puedo estar sólo con una toalla. – Argumentó ella.
- A mí me parece genial tu nueva vestimenta, si me concedes un deseo, espero que sea el de poder verte siempre así.
Katherine se sonrojó e intentando seguir con royo se quedó allí, contemplando cómo Jack preparaba un buen plato de macarrones con bechamel.
La noche caía sobre el bosque de forma fulgurante, invadiendo la intimidad de cada ser que pululase por allí. Las copas de los árboles se balanceaban al son de la brisa veraniega.
De pronto dos personas entraron en escena, una mujer y un hombre que caminaban hacia una casa, la casa abandonada. Salían de un pasadizo secreto escondido entre la maleza a unos metros de la construcción ya destrozada por el paso de los años.
El timbre sonó, llevándola de vuelta a la realidad. Se había quedado dormida en el sofá, Jack preparaba en aquel instante la cena, y en esos momentos, caminaba hacia la puerta, dispuesto a comprobar de quien se trataba.
- ¿Pero tú, qué haces aquí? – preguntó Jack incrédulo. Katherine no podía ver al interlocutor con el que conversaba su novio, pues la puerta lo ocultaba.
Katherine se levantó, y descubrió asombrada que Adam esperaba en el porche de la casa.
- ¿Es que no os alegra mi presencia? – bromeó.
- ¡Adam! – gritó Katherine, y se acercó a él para abrazarle. - ¿Cuándo has vuelto?
- Hoy mismo. – informó él, sonriente. - ¿Puedo pasar?
Un minuto después, los tres se encontraban picoteando unas patatas fritas sentado alrededor de la mesa de la cocina.
- ¿Por qué te fuiste? – preguntó Jack.
- Es algo complicado. Tiene que ver con el creador.
Katherine se quedó helada. La sangre se había congelado en sus venas.
- ¿El Creador? – repitió Jack.
- Sí, veréis, es que él no murió aquella noche. Kayla no lo mató cómo nosotros pensábamos. Lo descubrí al día siguiente, Roxán me comunicó que Kayla se había encargado del cuerpo del Creador por su cuenta, entonces, le pregunté por su dirección y cuando fui allí, ella ya no estaba. Era todo muy raro. Entonces, lo comprendí, ellos dos lo tenían todo planificado, el Creador nunca llegó a morir. Y ahora quiere venganza.
- Pero, Adam… - Jack no terminaba de creérselo, Kayla era un bruja e íntima amiga de Roxán, no los podría haber traicionado.
- Tiene razón, Jack, hoy me ha parecido verle, parecerá una locura, pero ahora estoy segura de que se trataba de él. El Creador no murió.
- ¿Sabéis de las desapariciones que ha habido últimamente por los alrededores? – preguntó Adam.
Ambos negaron simultáneamente.
- Desde hace tres meses cada semana han desaparecido unas dos personas. El Creador quiere acabar o que empezó, Katherine te quiere a ti, quiere beber tu sangre hasta que acabar con tu vida, así encontrará la inmortalidad. ¿Desde esta mañana has notado algo raro?
- No.
- Bien, puede que aún estemos a tiempo, tenemos que actuar ya, lógicamente él vendrá a por nosotros porque sabe que no podremos con él, así que tenemos que tener cuidado.
- Pero, Adam…
- Katherine llama a Ulalia y dile que cierre todas las puertas y ventanas de su casa y que se encierre en el sótano, que no hagan ruido tal vez así él no los encuentre.
- Bien – asintió ella, se levantó del sofá para agarrar el teléfono y llamar inmediatamente a casa.
Ulalia no le respondió, y a continuación llamó a Laura, inútilmente, por supuesto, nadie le contestó.
- No me contestan – anunció ella, nerviosa.
- Vamos en mi coche – se apresuró a decir Jack, corrieron al auto, y en menos de tres minutos ya estaban allí.
Al llegar no encontraron nada, todo estaba vacío, Katherine llamaba a Ulalia y a Laura a voces, desesperada.
De pronto sonó el teléfono fijo. Katherine lo cogió esperanzada de que se tratara de su tía, pero no fue así.
- Hola Kath, me alegro de volver a oírte, han pasado tres meses desde nuestro último encuentro. – Hubo una pequeña pausa. – Sí, soy yo, ¿no te alegras de que siga vivo?
- ¿Qué es lo que quieres? – preguntó ella con desprecio.
- A ti, está claro, te quiero a ti, para obtener la inmortalidad, pero eso ya lo sabes tú. Y para asegurarme de que esta vez no te libras, esta tarde me he permitido entrar en casa de tu tía, la pobre se ha quedado anonadada la verme, y no he tenido ni que usar el control mental con tu prima, la pobre, desde nuestro último encuentro… Pero al parecer no conseguiste descifrar el mensaje ¿verdad?
- ¿Qué mensaje?
- Yo fui quien dejó a tu prima en aquella maldita casa, era como un sobre, me encargué de escribirle un mensaje en todo su cuerpo, pero ya veo que no eres tan inteligente como yo creía. Pero eso da igual, son cosas del pasado. Ahora te quiero a ti, aquí conmigo, te espero en la casa abandonada del bosque, allí tendrá lugar nuestro encuentro. No te diré que vengas sola porque sé que no podrás evitar traerte a tus dos mascotas contigo, por eso os invito a todos, así el gusto será doble al contemplar sus caras mientras bebo toda la sangre que corre por tus venas. Te espero aquí en quince minutos. – Antes de que ella pudiese decir nada él ya había colgado.
- ¿Quién era? – preguntó Jack, contemplando el pálido rostro de Katherine.
- Es el Creador – le contestó Adam. - ¿Tiene a Laura y a Ulalia?
- Sí – asintió Katherine. – Nos quiere en la casa del bosque, dice que estamos todos invitados, que lo prefiere así.
- Si no hay más remedio, tendremos que ir. Llamaré a Roxán para que vaya en cuanto pueda hacia allí, toda la ayuda será poca. Lo más probable es que no se encuentre solo. – Afirmó Adam, completamente convencido.
El coche derrapaba sobre la hierba, pegando saltos al encontrarse con piedras incrustadas en el suelo. La noche seguía adelante, imparable.
- Roxán ya está de camino, y unos amigos míos también, lo que no sé es cuándo vendrán. – Comunicó Adam.
Jack frenó el auto, ya habían llegado.
Frente a la casa abandonada una gran hoguera alumbraba entre la espesa oscuridad. A unos metros, el Creador los contemplaba salir del coche, amenazante. Kayla los miraba desafiante.
<<Traidora – musitó Adam en su cabeza.
Ulalia Y Katherine permanecían inconscientes atadas con cuerdas, apoyadas en algunos de los escombros de la casa.
- Me alegro profundamente de que hayáis decidido venir al fin, de no haber sido así, estas dos no seguirían vivas – afirmó, señalando a sus dos presas atadas de pies y manos. Una sonrisa maliciosa arrugaba su rostro.
- Jack, tenemos que hacer tiempo hasta que lleguen los refuerzos – le dijo en voz baja Adam.
- ¿A qué refuerzos te refieres? – preguntó él.
- A unos amigos con los que he hecho un traro. Vendrán de un momento para otro. Pero de mientras tenemos que ralentizar todo el proceso, ya sabes, el intercambio de las dos prisioneras por Katherine, y cómo después el Creador acaba con su vida de forma agónica e inexorable.
- Bien, ¿y qué hacemos?
- Tú sígueme el royo – de pronto Adam salió corriendo hacia Kayla, y Jack lo siguió, agarrando una ballesta que tenía guardada en el maletero del coche, apuntó al Creador, pero antes de que pudiera disparar ya no estaba.
Adam rugía de dolor en el suelo, Kayla le estaba haciendo alguna especie de hechizo, parecía que lo estuviese asesinando.
El Creador apareció repentinamente detrás de Jack y le golpeó fuertemente en la cabeza, para después acercarse a Katherine que temblaba de pies a cabeza, aterrorizada, y susurrarle al oído:
Ya eres mía, preciosa.
Capítulo. 14
Siempre te protegeré
No había nada que hacer, por más que lo intentasen. Kayla podía hacerles pedir clemencia mientras se retorcían en el suelo. El Creador miraba ya a su prisionera.
- Vamos a proceder con el sacrificio. – Apuntó él.
Katherine contemplaba con ojos llorosos cómo su vida se acercaba al final que ya le parecía estar alcanzando, mientras Jack y Adam rugían de dolor.
- Todo esto irá mejor si no te resistes – le comentó el Creador a Katherine. – No me gustaría tener que dañarte antes del sacrificio.
Volvía a suceder, pero esta vez todo fue mucho más frío que la primera vez. El Creador hizo aflorar sus dos colmillos, y con las manos, separó el cabello que protegía en aquel momento el cuello de Katherine, y la mordió.
El dolor fue muy intenso, cien mil veces mayor que la vez en que Jack la mordió, y encima, el dolor no desaparecía, permanecía inalterable, cómo un bloque de hielo.
Gritó y gritó, queriendo escapar, salir, dejar de ser una simple presa. Dejarlo todo y no volver más, estaba harta de que su vida peligrase a cada segundo que pasaba. De pronto, sintió un calambre que le recorrió todo el cuerpo, unos segundos después abrió los ojos, pues el dolor de la mordedura quedaba mitigado por alguna extraña sensación.
Katherine descubrió que el Creador intentaba incorporarse del suelo, su rostro lleno de sangre, y también sus extremidades, esa sangre… en cambio… no era la de Katherine, se trataba de la de él. Por alguna razón el Creador sangraba.
- ¡Maldita zorra! – gritó, el cuerpo no le respondía, agotado.
Katherine divisó un coche que llegaba en la lejanía, Roxán iba al mando.
En pocos minutos todo parecía haber cambiado.
Kayla yacía atrapada en un hechizo creado por otro brujo amigo de Roxán.
- Espero que tú no me traiciones – bromeó ella.
El Creador debía ser destruido con fuego, esa era la única forma de matarlo, y por ello, Roxán lo estaba preparando todo, mientras que la otra bruja que la acompañaba se encargaba de mantener al Creador quieto magia.
- ¿Estáis bien? – preguntó Roxán – esto terminará dentro de poco.
Jack ya se encontraba mejor al igual que Adam.
- Katherine – le llamó Jack - ¿te ha hecho daño?
- No, no pasa nada.
- Y tú – dijo Roxán dirigiéndose a Kayla – traidora. ¿Cómo has podido?
- Él me ofreció la inmortalidad, y sinceramente, Roxán, prefiero mil veces vivir eternamente teniendo que estar a su lado, antes que morir defendiendo a una brujita del tres al cuarto como esa – miró con desprecio a Katherine mientras continuaba – mi vida es más importante, y no creas que nos has vencido.
- Por supuesto que sí lo creo, estás acabada, y el Creador también.
- No. ¿Por qué te crees que les dijimos a esos tres pardillos para quedar aquí? – hubo un silencio muy breve pero altamente dañino – pues porque lo teníamos todo planeado. – Kayla miró fijamente a Roxán a los ojos, y de pronto, sus pupilas se volvieron blancas, al mismo ritmo que pronunciaba unos versos en latín.
Serpientes de fuego abrieron caminos alrededor de todos ellos, formando un gran círculo sobre la hierba.
- Dos brujos inútiles, una humana que no sabe ni utilizar sus poderes y tres vampiros no son suficientes como para vencerme – amenazó. El hechizo que la había mantenido prisionera desapareció, y alzándose en el aire cómo si fuera aupada por una fuente de viento inmensa, hizo un gesto con la mano y el brujo que mantenía quieto con un hechizo al Creador salió despedido. De forma que el desfigurado vampiros pudiera enderezarse e ir a por su primera víctima; Katherine.
Jack intentó ponerse en medio, pero fue Kayla la encargada de hacerle un hechizo que lo congelara cómo el hielo.
Aun así, el Creador vio su atención fijada en aquel chico, e invadido por un odio terrible, lo agarró y le mordió furiosamente en el cuello, la sangre de Jack manchó de un rojo intenso la hierba.
Después fue Ada, quien lo intentó parar, pero fue en vano, el Creador era mayor que él, y no tardó ni cinco segundos en deshacerse de su oponente. Kayla luchaba contra los dos brujos y Roxán.
- ¡Katherine, corre, coge a Laura y a Ulalia y vete! ¡Nosotros nos ocupamos de ellos! – le gritó Jack, al borde del desmayo.
El Creador ayudó a Kayla para derrotar a los dos brujos, que instantes después del ataque, quedaron muertos en el suelo, casi desangrados. Roxán era torturada por Kayla, que no tenía ninguna compasión con ella.
Katherine corrió hacia sus familiares, les quitó las cuerdas, e intentó coger a su prima pero no podía, era cómo un peso muerto, y ella no tenía la suficiente fuerza cómo sacarla de allí, y encima, estaba el círculo de fuego que los rodeaban, si se acercaba se quemaría.
Entonces, Kayla debió de hacerle un hechizo pues vio cómo en contra de su voluntad, se arrodillaba en el suelo, mientras el Creador se le aproximaba.
- Estoy harto de tus amiguitos, quedamos en que si no os resistíais no iba a ver heridos, pero no habéis cumplido con vuestra promesa, así que ahora tendréis que ser consecuentes. – el Creador cogió a Ulalia y le mordió en el cuello de forma fría y cruel.
Katherine contempló cómo a un metro de dónde ella se encontraba su tía perdía la vida de forma agónica. O cómo Kayla se encargaba de hacer sufrir a Jack, Adam y Roxán.
Lo siguiente que vio fue el cuerpo de su prima, ante sus ojos llorosos, mientras la sangre manchaba sus muñecas de rojo, tirada en el suelo. Todos estaban muriendo, todos…
La siguiente sería ella.
El Creador le agarró de la nuca y le apartó el pelo, no sentí nada a causa del hechizo bajo el que se encontraba. Unos segundos más tarde y con el fulgor del fuego en la retina de sus ojos, perdió el conocimiento.
Oscuridad, oscuridad eterna. Y en medio de aquel océano de soledad, una pluma blanca y delicada que cae poco a poco hasta tocar la mancha oscura de la fría realidad, pero cómo una gota de agua, provoca unas hondas que se expanden por el líquido oscuro en el que luego se hunde. E iluminada por una luz celestial, deja ver lo que hay en el interior de aquel frío mar de aguas oscuras. El cielo, el resplandor de la pluma ilumina el líquido hasta hacerlo blanco, inmaculado, proporcionando una sensación de bienestar reconfortante.
Katherine se despertó en la cama de Jack, la luz de la mañana entraba por las cortinas, era la causante de su desvelo. Se incorporó en la cama para estirarse, y al igual que los dolores corporales, los sentimentales también regresaron. Para finalmente, recibir los recuerdos.
Bajó por las escaleras al segundo piso, y antes que nada, alguien la abrazó fuertemente; Jack.
- Jack, estoy bien. – dijo ella, con la mente en otras cosas. - ¿Dónde están los demás? – preguntó, el silencio era duro, más de lo que pudiera soportar, y sin tener aún una respuesta, comenzó a llorar. Jack la abrazó nuevamente, en un intento se consolarla.
Las siguientes horas estuvieron envueltas en una soledad apabullante. Katherine no salió de la cama en todo el día, tampoco quiso comer, nada, Adam subió repetidas veces al cuarto de Jack para intentar animarla para que comiese algo, pero fue en vano.
Aquella noche, en la soledad del cuarto, y con la única compañía de la luz de una vela con aroma a vainilla, se sentó en el escritorio, dispuesta a expresar todos sus sentimientos en su diario.
Querido diario:
Ya nada importa, ¿por qué ha de hacerlo cuando uno de tus seres querido muere trágicamente y ante tus ojos? Estoy cansada, agotada. Ya no puedo más, Ulalia es la última, acabo de decidir algo que cambiará mi vida, aunque conlleve varios cambios que al principio no me gustarán en absoluto.
Estoy tranquila sabiendo que el Creador y Kayla han muerto, aunque nadie viera muy bien cómo sucedió. Lo realmente importante es que encontraron sus cuerpos tirados en la hierba, fallecidos.
En cierta medida, compensa saber que ni Laura ni Adam ni Jack han fallecido, pero ¿es que acaso todos a los que quiero tienen que terminar así? NO
Mañana después del funeral, le comunicaré a Jack mis propósitos. Además, Javier vendrá, no sé siquiera si podré mirarle a la cara. Laura está en el hospital, ingresada, se ha salvado, pero es posible que las cosas se compliquen en las próximas cuarenta y ocho horas, no sé ni cómo se tomarán mis padres todo esto que ha sucedido. Le he llamado a Javier para que fuese él quien les comunicara todo lo ocurrido. Yo no podía…
Al día siguiente el sol no parecía querer salir de detrás de las nubes. No llovía tampoco, y el frío se había ausentado, pero el día era triste en muchos aspectos.
- ¿Nos vamos? – le preguntó Jack.
- Sí – asintió ella. Y después volvió a dirigirse al teléfono móvil con el que se comunicaba con su madre. – Que sí mamá, está todo decidido.
- Me alegro hija, no sería de mi agrado que decidieras lo contrario.
- No mamá, ya está hecho, nos vemos en el funeral, hasta ahora.
Jack y Katherine salieron de la casa de éste camino al coche. Katherine pensaba que era increíble con la velocidad que habían llegado sus padres al pueblo, pues horas antes se encontraban en la otra punta del país.
En todo el camino hasta el cementerio, el silencio reinó en el coche y entre ellos, al igual que en el funeral.
Estrella abrazó fuertemente a su hija, y después lo hicieron su padre y Pablo. Todos le decían cientos de cosas, después siguieron las presentaciones. Katherine les comunicó que Jack era su novio. Y recelosos le dieron el visto bueno al sonreírle abiertamente.
Javier saludó a su hermana, madre de Katherine, y después de una larga conversación se sentaron, dispuestos a escuchar las palabras del padre Antonio quien dirigía el entierro.
Una hora después, Katherine fue a donde Jack que conversaba con Roxán sobre algo.
- ¿Podemos hablar? – le dijo.
- Claro.
Se apartaron un poco de la multitud que había acudido al entierro.
- Jack, me voy.
- ¿Eh, a qué te refieres? – preguntó él, sin comprender del todo.
- Que me voy, me voy con mi familia.
- Pero…
- Jack, lo siento, lo decidí ayer, no quiero esto, ni para mí ni para nadie que conozca ¿entiendes? – se miraban fijamente – no puedo seguir con todo esto, esta no es mi vida, o al menos no es la que me gustaría vivir, quiero poner punto y aparte a este verano. Ha habido cosas muy buenas, pero las negativas son mayores y he llegado a la conclusión de que irme cómo tenía planeado cuando llegué aquí, es lo mejor.
- Pero, Kath, ¿y qué pasa con nosotros? Yo no quiero…
- No quiero cortar, pero creo que es lo mejor, separarnos un tiempo y ya está.
Se hizo el silencio, mientras se miraban a los ojos.
Estrella comenzó a llamar a su hija, debían irse para hacer sus maletas.
- De acuerdo, lo comprendo. Si es lo que tú quieres… lo aceptaré.
Katherine le besó en la boca y después se despidió:
- Adiós, Jack.
Él la contempló alejarse hacia el coche de sus padres.
El reloj de su cuarto marcaba las ocho en punto, ya se iba haciendo tarde. Tendrían un montón de horas por delante hasta llegar a casa. Al menos ya habían cenado. Agarró su maleta con todo lo que tenía y la bajó de la cama, para arrastrarla fuera de la habitación. Contempló por última vez aquella estancia en la que había pasado más de cinco meses. Ahora parecía vacía.
Descendió con dificultad por las escaleras, con el armatoste a cuestas.
Hasta alcanzar la entrada.
Sus padres ya cargaban todas las cosas en el coche, mientras se despedían de Javier, quien desde aquel día tendría que encargarse de Laura.
- No dudes en llamarnos para cualquier cosa. – Le dijo Estrella.
- Claro hermana.
- ¿Seguro?
- Que sí. Anda ve, que se os va a hacer tarde.
- ¡Kathe…! – comenzó a vociferar ella.
- Estoy aquí, mamá – le dijo ella.
- Pues venga vamos.
Katherine cogió la maleta pero su tío se la quitó de las manos.
- Yo me encargo – le dijo en una sonrisa. – Espero que todo te vaya bien, y que algún día volvamos a vernos sobrina.
- Claro Javier, no lo dudes. – Se dieron dos besos y se despidieron.
- ¿No te despides de mí? – le dijo una voz burlona a su espalda.
- Adam. – pronunció ella, sorprendida.
- No me lo pude creer cuando Jack me lo contó, ósea que si él no me dice nada… ni te hubieras molestado en despedirte de mí.
- Tú no eres el más adecuado para decirme eso – bromeó ella.
- Tienes razón. – Asintió, y se abrazaron.
- Adiós. – Le dijo ella, montándose en el coche.
Unos segundos después el coche arrancó enfilándose en la carretera, y fue en ese instante cuando Katherine se giró, para ver cómo las figuras de Adam y Javier se hacían más y más pequeñas a cada metro que avanzaban. Entonces, vislumbró a Jack, y vio que él se despedía de ella con la mano. Katherine no pudo evitar sonreír de felicidad en su interior.
Y mientras se miraban fijamente a los ojos, movió los labios para decir sin palabras; Te quiero.
Fin